domingo, junio 03, 2012

Consuelo de la VOCES UNIDAS


Consuelo de las VOCES UNIDAS



Empiezo estas líneas movido en éste momento por una tristeza mezclada con decepción, escribo estas líneas con ganas de que algo pase, de que algo se mueva en la gente, que algo despierte, e inicio así…

Cómo casi todos los domingos mi amiga de la vida y del alma, nos reunimos en la Diana Cazadora sobre avenida Paseo de la Reforma a la una de la tarde. Como todos los domingos vemos gente en patines, en bicicleta, vendedores de todo tipo de cosas, helados, jicaletas, aguas, papas y demás antojos que siempre vemos en esta ciudad.

Esta amiga en cuestión es una mujer en toda la extensión de la palabra porque no le teme a nada y conoce de todo, lo  mismo puede ir al antro de moda que lo mismo le da ir a la calle Moneda a bobear con cuanta cosa venden ahí; es una niña sencilla, guapa y que tiene siempre las palabras adecuadas para mi confusa cabeza.

En fin, estábamos sobre la calle Francisco I. Madero a la altura del restaurante MUMEDI, hablando de todo y nada a la vez, cuando un indigente con arrugas en la cara, no sé si por la edad por el alcohol, toca a mi amiga de la manera en que un hombre sin hermana y sin madre, podría tocar a una mujer, faltándole al respeto, humillándola, haciéndola sentir sólo objeto y no persona, este tipo de denigración no la pasé por alto y en ese momento no me importó estar rodeado de gente de todos lados, me importó defender a mi amiga, defender a la mujer que no está sola en ningún momento. 

Le grité al indigente con la voz más desafiante no por demostrar hombría sino porque mi cuerpo necesitaba expresar la indignación, el asco, el coraje... a cinco pasos de nosotros había dos policías que vieron todo y todo ignoraron, dos policías que escucharon mi voz exigiendo y defendiendo lo que qué para mí resultaba defendible… ellos lo pasaron por alto. 
Pedimos su ayuda y respondieron

– Es un borrachito, ¿qué quieres qué haga?-

- ¿No tienes hermanas, o madre?, le faltaron al respeto a una mujer y tú no haces nada- les grite y la gente si iba acumulando, mi amiga estaba estupefacta.

-¡Uy joven! Le doy chance de que le haga lo que quiera- sólo subió los hombros y se volteó

-¿Cómo que le haga lo que quiera?, este cabrón anda tocando a las viejas y tú ¿crees que va a entender con unos madrazos?

-¿Pues qué quiere qué haga? En la delegación los sueltan, ahí no los quieren-

-Este cabrón tocó a mi amiga- le decía a la vez que aventaba al indigente que no hacía el más mínimo esfuerzo por defenderse porque estaba totalmente borracho, lo empuje una y otra vez, cada vez más fuerte y cada vez tenía que seguirlo más lejos, pero él seguía sin defenderse y el policía sin hacer nada.

No me di cuenta de que a nuestro alrededor la gente se empezó a reunir eran más de cincuenta personas aproximadamente y cuando estaba a punto de darme por vencido, a punto de que la derrota me pegara en la cara, la gente empezó a gritar, ¿para esto te pagamos?, ¡hagan algo!, si te pidieron apoyo ¡ayúdalos!, ¡es tu deber!, ¡trabaja!

De pronto vi celulares levantados, pedí los nombres de los policías, el menos cobarde lo tenía a la vista, el otro se fue… la gente les silbó, los abucheó, los cuestionó y la ayuda jamás llegó.

El policía que se quedó simuló una llamada diciendo que sus jefes ya estaban al tanto, nadie le creyó, el indigente se fue mientras yo y mi amiga nos quedamos sin el apoyo de quien se supone debería de ayudar.

Abracé a mi amiga intentando espantarle el asco, el espanto, la indignación y la tristeza, pero para ese momento la tristeza ya me tenía tomado a mí también, más que tristes estábamos decepcionados de los policías, ¿son ellos quienes nos defienden? ¿A ellos podemos recurrir cuando algo malo pasa? ¿Los borrachos que roban, toquetean, ofenden deben de estar en la calle porque son borrachos y las autoridades no saben qué hacer con ellos? La excusa –es un borrachito- ¿nos limpia?

Me siento impotente porque quería golpear al borracho pero mi amiga me freno y decidió, como cualquiera de nosotros hubiera creído “correcto” que llamar a la policía era lo mejor. El borracho se fue, el policía que me dio permiso para pegarle se fue, mi amiga con la dignidad en el suelo y yo con la ira en los puños nos abrazamos y nos fuimos.

El consuelo de esta historia radica en que la gente se unió por una causa buena, no hicieron marcha, le gritaron en la cara a la “justicia” su hambre de que se haga lo correcto, le interrogaron, le pidieron, se indignaron con nosotros, fueron la voz que nos hizo falta a mí y a mi amiga, fueron el grito que no pudimos sacar, fuimos gente enojada de los mismos abusos que necesita un cambio.

-amiga… ¿y a quién odiamos ahora?- le decía a mi amiga con los puños cerrados simulando tranquilidad y coherencia

-¡ay amigo! La violencia genera más violencia, estoy tan harta de tanta fealdad en esta ciudad que ya ni ganas tengo de odiar-

Agradezco las voces que fueron apoyo y cobijo.
Voces que se unieron mientras a unos 300 metros se veían banderas azules y rosas, ondeando y cantando el lema “Unidos por la paz”

El Cobijo de las VOCES UNIDAS...
Porque callados no logramos nada.

Abrazos perdidos

Canción para leer: Camino para volver - Conchita Si los hubiera abrazado más pienso que tal vez se hubieran quedado más, no lo sé y no lo sa...