Hubo una vez un
niño que creía en todas las historias que le contaban, como la vez que le dijeron
sus hermanas que si alguien regala una rosa ésta puede durar meses y hasta años
sin perder ni un solo pétalo siempre y cuando haya amor de por medio o como olvidar la que le contó su amiga de la escuela, la del gato feo que le cantaba
a los peces para que fueran siempre sus amigos, por eso ella le cantaba todos
los días, también se trago el cuento de su tío el hippie que le decía que si
amaneces con una persona a tu lado esa persona se quedará contigo para siempre,
por eso cuando dormía en casa de sus tíos se esperaba a abrir los ojos
hasta que su primo se levantaba de la cama para que no fuera él ni su olor a pies rancios
los que lo acompañaran por siempre. Al niño la que le causaba mucha gracia era la del
señor que recorrió el mundo entero en patín del diablo persiguiendo a una
mujer sin chiste y que su única gracia radicaba en hacerlo reír de oreja a oreja tal vez porque era hija
de un cirquero, pero la verdad era que ella estando con otras personas no tenía
ni una pizca de personalidad, era aburrida como una sopa de letras sin letras,
pero con el patinador era otra la pinta de los días, por eso se empeñó en
seguirla por todo el mundo hasta que el padre de la simple, le diera su permiso
para casarse; está se la contaba su padre. De
todas las historias que había escuchado su preferida era la que le contaba su
abuela viuda, la de las orugas. Ella decía que cuando uno siente mariposas
en el estomago no son más que orugas que se alimentan de las emociones que generan otras personas y más si hay una en particular que te hace reír con sus
locuras, que te hace creer que la luna es de queso y que se la pueden comer entre los dos y que cuando se está contento con esa persona las orugas suben por la garganta y al
momento de decir algo con sentimiento a esa persona sale el gusanito convertido en mariposa. La abuela le contaba que bastaba ver a las parejas para darse cuenta de esto porque cada vez que hablaban ¡puff! una mariposa, si cantaban una canción de amor ¡zaz! otra mariposa, un beso ¡traz! más mariposas; la abuela decía que esas
personas no tenían miedo a que se les acabaran las orugas porque estando con la
persona correcta éstas siempre saldrían.
El niño quería
crecer y sentir las orugas, el juraba que cada vez que hablaba con la abuela y
con sus mamá salían mariposas, tanto creía en esta historia que cada vez que se
iba a dormir con esa exitación de haber tenido un día mágico, al momento de dar
el beso de las buenas noches a su madre y decirle “te quiero”, el niño se
tapaba la boca para poder atraparlas y poder verlas. En los días más
excitantes creía que las alas eran de colores intensos: rojo con verde
esmeralda, azul eléctrico con motas naranjas, pero él aún no veían nada por eso le preguntó a la abuela el ¿por qué?, si lo que decía lo enunciaba desde el estomago pasándole esa emoción por el pecho
hasta salir por la boca, la abuela le explicó que eran cosas de la edad, como estaba chiquito lo que
el tenía eran orugas diminutas que se escapaban fácilmente entre los dedos; el
niño se quedo tranquilo deseando crecer para poder ver sus gusanitos
convertidos en mariposas grandes y hermosas.
Él creía en este
cuento porque siempre que su abuela estaba en el jardín las mariposas la
rondaban, más las blancas, cuando le decía esto a su mamá ella le contestaba
que era porque su abue estaba llena de puro amor, el niño estando en el jardín rodeado del aroma de las flores de los árboles,las macetas de barro escurriendo agua y el suelo oliendo a tierra mojada, creyó aun más en la
historia viendo a su abuela descansar después de regar, estaba a la sombra sobre una silla de mimbre y como era costumbre
las mariposas revoloteaban cerca de ella, el niño no pudo aguantar su curiosidad mezclada con emoción y le preguntó ¿por qué siempre estaban cerca de ella si está sola y no hablaba con nadie?, también le reprochó que él siempre dice cosas
sinceras y bonitas a la gente y nada, solo micro gusanos apestosos y
escurridizos que ni a mariposa llegaban y ella callada con mariposas blanca
y naranjas a su alrededor; la abuela le respondió que la envidia mata a las
orugas, que tuviera cuidado y que las mariposas blancas no eran de ella, esas
eran palabras bonitas que le mandaba el abuelo desde el lugar donde se encontraba
y cada vez que veía una ella le decía gracias con el corazón y te amo con todo
su cuerpo por eso siempre las mariposas la seguían, era su manera de
comunicarse con el abuelo, así no lo extrañaba, esos animalitos la mantenía viva
y llena de amor.
El niño lo
entendió todo a su manera infantil de ver las cosas: él tenía amor por dentro
que iría creciendo y su abuela era mágica por comunicarse con el abuelo usando a las mariposas como mensajeras.
Una día su
hermana mayor lo encontró triste y al preguntarle el motivo de su estado de
ánimo el niño le respondió que había sido porque las flores que le dio su
novio a ella hace una semana estaban marchitas y en la basura, por lo tanto ya
no la quería o bien, los cuentos son una porquería, su hermana intentó explicarle que se amaban pero su hermanito no quería
escuchar diciendo que los cuentos no son reales que aún habiendo amor las flores no duraron ni una
semana y que tampoco había mariposas, solo se la pasan llenándose de baba el uno al
otro, ella sonrío y le dijo que lo que
estaba en la basura eran las plantas que acompañaban las flores, le pidió que
le trajera el libro que estaba sobre el tocador de su recamara, el niño trajo del lugar señalado un libro grueso y pesado, al momento de
abrirlo no tardó en encontrar las flores, la hermana le dijo, acuérdate lo que
dice el cuento, cuando hay amor de por medio las flores pueden durar más de un
año sin perder sus pétalos, velas aquí, están completas; no pierdas la fe en
los cuentos, esos dan magia a la vida,
no te desilusiones tan chiquito, ya tendrás tiempo para eso cuando crezcas,
mientras disfrútalos; antes de irse a su recamara, su hermana recordó lo importante
que eran las orugas para él, así que le dijo que si no veía las mariposas
cuando ella estaba con su novio llenándose de babas era para no dejarlas escapar y que
no se dieran cuentas sus papás de que su novio había estado en la casa, ¡imagínate
si ven a una mariposa dentro de la casa!
El niño se quedó
tranquilo y con la fe repuesta.
Con forme creció se dio cuenta de que el mundo se empeñaba en demostrarle que
los cuentos, cuentos son y que la realidad no tiene chiste y menos algo de
mágico, pero él se aferraba a su modo.
Cuando el niño
entró en la preparatoria seguía atesorando la metáfora trasgiversada de las orugas que su abuela le contaba, la guardaba porque seguía siendo testigo de
como esa mujer seguía usándolas como mensajeras para comunicarse con su difunto
esposo, él sabía que eso era cuento al igual que del gato feo que le cantaba a
los peces que le contaba su amiga que ya para estas alturas había cambiado las canciones
de niños por canciones de Coldplay y Frank Sinatra, ella le quemaba discos compactos
con listas de canciones muy variadas, tanto que no se podía etiquetar un genero
en sus discos. Los años de la prepa se pasaron volando y una semana antes que ella
se fuera a una universidad del norte del país, le confesó que el cuento siempre
se lo contó mal, le dijo que el gato no le cantaba a los peces para que fueran
amigos, les cantaba con la esperanza de que un día se enamoraran de él,
pero eso nunca pasó a pesar de que el gato les pidió desafinado “Fly me to the moon and let me play among the stars…”, el niño que ya no era un niño se quedó
atónito, no supo que hacer ni que decir, ella se limitó a decirle que no se
preocupara, que los peces nunca lo entendieron porque ellos eran peces y el un simple gato feo, le pidió al niño que siempre fuera su
amigo a pesar de la distancia y se despidió de él.
Cuando el niño llegó a su casa pasó de la confusión a solo sentir como se iban muriendo esas orugas que tenía dentro, era como si fueran desapareciendo dejando un gran vació cada vez que una hacían ¡puff!. Al día siguiente su cuerpo se movía porque tenía que hacerlo, comía porque su madre lo obligaba y extrañó la voz de un simple gato que le cantaba al agua esperando que un pez saliera; aceptó que jamás le había parecido feo y se dio cuenta que le era necesario, ¿cuántas veces le había contado de otras chicas y de la decepción de no sentir las mariposas que él esperaba?. Ella era la única que sabía de ese cuento porque si lo contaba a otros lo tomarían como un desviado. Ese gato lo que había despertado con su voz había sido a las orugas en su interior y sin ella no podrían vivir.
Cuando el niño llegó a su casa pasó de la confusión a solo sentir como se iban muriendo esas orugas que tenía dentro, era como si fueran desapareciendo dejando un gran vació cada vez que una hacían ¡puff!. Al día siguiente su cuerpo se movía porque tenía que hacerlo, comía porque su madre lo obligaba y extrañó la voz de un simple gato que le cantaba al agua esperando que un pez saliera; aceptó que jamás le había parecido feo y se dio cuenta que le era necesario, ¿cuántas veces le había contado de otras chicas y de la decepción de no sentir las mariposas que él esperaba?. Ella era la única que sabía de ese cuento porque si lo contaba a otros lo tomarían como un desviado. Ese gato lo que había despertado con su voz había sido a las orugas en su interior y sin ella no podrían vivir.
El niño tomó la decisión
de cambiar de universidad dejándolo todo por la que le mantenía vivos los gusanos.
Dos días antes de que ella se fuera a su nueva vida, él le marcó del móvil
poniendolo cerca de las bocinas de su coche; cuando ella contestó sonó una
Paloma Querida al estilo de Natalia Lafourcade “me encontraste en un negro
camino, como un peregrino sin rumbo ni fe y la luz de tus ojos divinos
cambiaron mi suerte por dicha y placer, desde entonces yo siento quererte con
todas la fuerzas que el alma me da…”el niño le dijo que la esperaba afuera de
su casa si es que a ella aun le interesaba cantarle a los peces, ella así lo
hizo y al tenerlo cerca recibió una rosa con el cuento de las flores que duran para
toda la vida; esa noche hicieron el amor con los nervios de la primera vez a pesar de que no lo era para ninguno de los dos, fue como el cuento del tío hippie y a pesar de que
no eran la primera persona con la despertaban, estaban seguros que si eran las personas con las que se quedarían por muchas mañanas continuas.
Días antes de la
boda, el papá del niño se quedó a solas con su futura nuera, la mujer que le
cantaba a los peces, este le platicó que cuando conoció a su esposa él la siguió por
siete estados del país en un vocho desvencijado, su suegro que estaba metido en la política no lo quería porque creía
que era un vago lleno de puros sueños y casar a su hija con ese no le traería ningún beneficio y por más
que le presentaba a los hijos con los apellidos más importantes del país su
hija no mostraba algo de gracia, ni una risa de compromiso, ella solo brillaba
cuando estaba con el dueño del coche que se descomponía a cada tanto y que justo iba por darse por vencido cuando ella llegó a su casa con maleta en mano
diciéndole que se casaban ese mismo día o su papá lo mandaba matar, no lo
pensaron y se casaron por la única ley que el padre no le convenía desacatar. La
nuera que se había inventado la historia del gato entendió que el cuento del
cirquero era el cuento de sus suegros; supo que cualquier realidad sabe mejor cuando se aderezado con la magia de algún cuento aunque no sea del todo verdad ni todo mentira.
Varios años después de la boda llegaron los hijos que crecieron con los mismos cuentos que sus padres más unos nuevos, todo con tal de continuar con las noches de sueños, de magia y una pizca de esperanza de que todo es posible. A pesar del tiempo y los cambios el favorito de toda la familia era el de las orugas en las entrañas y es que hasta el
día en que murió la abuela ésta estuvo rodeada de mariposas de muchos colores sin faltarle nunca una de color blanco que le decía al oído cuanto la amaban, tal vez por eso nunca se le vio triste. El día del funeral todos los que fueron testigos del cuento, soltaron mariposas blancas y de colores para decirle cuanto la iban a extrañar, gracias y te amo, la abuela se fue en paz.
El niño al día de hoy sigue contando cuentos y sintiendo orugas.
Bendita la magia de las historias ajenas.