domingo, octubre 18, 2015

Para Lulú

¿Qué si en el mundo existen personas que aman a los demás con todo y montones de errores?

 Sí y estoy seguro de ello porque conozco a Lulú, una mujer cabalmente excéntrica de modos pero incluso en sus maneras inconstantes lo único que es ley es dar amor a manos llenas.

Lulú es del tipo de mujer que te invita a su casa y justo al cruzar su puerta te dice - ¿qué haces aquí?- el misterio que nadie ha descifrado es si lo hace adrede o tal vez valga la pena justificar a su aleteante memoria. Hay veces en que un halago de su parte puede ser seguido por alguna condena por la falta de fe o por exceso de ser diferente a lo que ella conoce, tal vez sea de familia su sinceridad certera y sin tapujos, el punto es que una tarde de principios de otoño Lulú se sorprendió así misma sentada llorando para dentro y es que lo había hecho tanto para afuera que solo le quedaba estar cansada de tantas noches en vela por el hijo que andaba buscando la felicidad en las cosas equivocadas, ya las piernas no le daban para seguir siendo matriarca de tantas hijas, ya las manos la desobedecían cuando cocinaba para los nietos, las ganas de organizar comidas, desayunos y cenas le flaqueaban, incluso su memoria le hacía travesuras a la hora de recordar tomar las pastillas para la presión de ella y los varios pesares de su marido, hasta el consuelo de rezar la misma oración la adormilaba, a veces solo quería estar y en efecto esa tarde simplemente estaba, y se supo cansada de estar.

En ese momento se espantó las ideas y el sentir con las manos como si fueran moscas y ahí se sorprendió así misma de negro, rodeada con flores blancas y una casa vacía, no había hijos cerca, los nietos estaban en la escuela, la comida ya estaba hecha y cuando el silencio que uno trae dentro choca con el que está fuera el sonido es ensordecedor, tanto como para escucharlo todo y así se le cayó encima la soledad, la ausencia, el dolor; para una matriarca perder a alguien a su cargo es perder la razón por un tiempo, es perder la brújula y dejar de sentir hacía donde va la vida, eso fue lo que lo que le pasó cuando después de tantos años juntos Gil dejó el mundo que ella había cuidado para los dos, no era su esposo, de haber sido así, le hubiera dolido menos, lo que ella dejó ir con los dientes apretados de dolor fue a su compañero de vida. Lo empezó a dejar ir desde que el declive de las cosas por el paso de los años fue evidente pero aun en los momentos más mezquinos de su sentir, todo, en verdad ¡todo lo que hizo!, lo hizo por amor y no solo desde que la salud de él empezó a flaquear sino desde que decidió caminar a su lado, todo en su vida se resumía en amor. Así que por ese mismo sentimiento fue que decidió pararse, sacudirse las moscas de la tristeza y ponerse a planear que haría para cenar, había gente muy despistada que necesitaba de su cariño y su guía.


Así la vida, las decisiones realmente difíciles vienen con un menú de por medio con el único fin de seguir amando a los que tenemos a la mano. 

Abrazos perdidos

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