jueves, abril 22, 2021

Las estrellas más bonitas...

En medio de esos días con amaneceres perfectos y horas tranquilas, estaba más receptivo, con mucho más amor propio, con ganas de una historia de amor bonito y lancé la pregunta al universo: ¿tendría alguna pronto, alguna historia más duradera y sana? 
Ese fue el pensamiento de los últimos días y como bien me conozco, empecé a presionar las cosas con apps innecesarias y también a presionarme a mi mismo: ¿qué me falta, qué no tengo, porque los otros no ven lo que yo ven en mi?.

Justo en uno de esos días recordé la palabra precisa que me regalo mi maestra de yoga: rendirse. Cuando las cosas no tienen sentido o explicación, cuándo nos presionamos "ríndete y fluye"

Dejé ese tema en manos del universo, sin presión y dejando la implacable búsqueda y el universo respondió. 
 

Había un viajero en el hostal que me dio buena espina, de semblante ameno, cordial diría yo. Nos cruzamos un par de veces y nos saludamos como hacen las personas afables. Yo corriendo, incluso, en mis vacaciones y él amable al verme pasar. 

Como casi todas las noches me tocaba cenar solo y no estaba mal, es algo que disfruto, no me preocupo por el lugar, que si el servicio, que si hay que caminar mucho... solo me dejo llevar, escojo y listo, me pongo a leer, a ver mis redes sociales, a planear el siguiente destino, en fin, cosas que uno hace cuando viaja consigo mismo. Esa noche se me hizo fácil decirle al muchacho de cabello chino y tez blanca que si no tenía plan para cenar podíamos ir juntos y acepto con facilidad. La invitación la hice por el mero gusto de compañía y no con la intención de coquetear o algo por el estilo. 

Nos fuimos caminando por la playa, ya que el hostal estaba en el extremo norte de la playa, en la cima del acantilado. La platicaba iba en temas triviales, lugar de procedencia, ocupación, historia familiar, días de estancia, motivo del viaje: yo para agradecer y reconectar y él porque se dio la oportunidad. El volteó al cielo e hizo la observación de que en pocos lugares se podían ver tantas estrellas o tal vez desde donde él las veía se veían diferentes. Yo al verlas maldije semejante escena: las estrellas más intensas, el sonido del mar, las velas de los restaurantes a pie de playa por un apagón... y yo con un heterosexual o al menos eso creía. 

Buscamos un lugar de pizzas que jamás encontramos y terminamos en un lugar para gente local en plena calle y con un servicio bastante deficiente pero que nos hizo reír con sus fallas. De pronto él tocó mi brazo y terminamos compartiendo los platillos y hablando de mis fallos en el amor y sueños, digo, yo creía que era heterosexual así que no tenía nada que perder ni a nadie que impresionar así que fui yo, lo que lo hizo ser él y me confesó que su última relación había sido también con un hombre. Yo me sorprendí poco ya que después de que me tocó varias veces el brazo, sabía que había algo... 

Después de la cena y para no irnos a dormir de inmediato con el estomago lleno, acordamos ir a caminar y de nuevo terminamos en la playa, donde las estrellas seguían esperando y el mar iba y regresaba con su rugir de olas fiero y amenazante. Dimos unos pasos en la arena y yo pensé en pedirle permiso para darle un beso, ¿permiso? ¿qué acaso estamos en 1800?, así que solo tomé su mano, el apretó la mía y lo jalé para besarlo. Su boca era pequeña y sin embargo el beso fue perfecto, su mano en la mía, su otra mano en mi espalda, la mía en su nuca y la arena acariciándonos los pies y como si el mar estuviera celoso lanzó una ola tan fuerte que nos alcanzó a pesar de estar lejos de él, acabé con los pantalones mojados y ni así nos separamos. ¿Cuánto había esperado para que alguien me besara así? alguien que a pesar de todo no me soltara y me hiciera oír el mar y sentir las estrellas, y ese día justo después de no esperar nada y ver el mundo sin necesidad de alguien... él apareció. 

Nos besamos por horas en la playa y cuando nos apartábamos era para reírnos, dar un par de pasos y volvernos a besar. Llegamos al hostal y nos despedimos con más besos y con canciones que cada uno nos dedicamos: "Soledad y el mar" y "Make out in my car" y con la única promesa de vernos al día siguiente, cosa que sí cumplimos.

A la mañana siguiente nos fuimos a otra playa y de manera indiferente nos tomábamos de la mano sin importar nada, hablábamos de todo y nada para luego quedarnos en silencio, disfrutándolo, ya luego la plática resurgía y así el resto del día. Subimos un risco para ver el atardecer y recorrer el acantilado que solo con pensar en cruzarlo se me crispaban los cabellos, pero en compañía el miedo se difumina y así llegamos hasta la punta del risco, justo donde las olas pegaban y podíamos sentir la brisa sin presión, sin sentir que el tiempo se nos acababa y que en un par de horas no nos volveríamos a ver. Y así fue, nos dejamos en la parada del transporte sin algún compromiso o alguna fecha a cumplir. 

Yo me caminé en sentido contrario con un hueco en el estomago y con ganas de haber tenido su mano entre la mía más tiempo, pero el universo va cumpliendo a su antojo los deseos que se le piden, él muy ingrato no da fecha de caducidad de sus artimañas, puede que duren toda la vida o solo unos meses y en mi caso poco menos de 24 horas... lo suficiente para haber visto las estrellas más bonitas.

Bienaventurados los que se rinden ante los sucesos de la vida para hilar historias.  


Abrazos perdidos

Canción para leer: Camino para volver - Conchita Si los hubiera abrazado más pienso que tal vez se hubieran quedado más, no lo sé y no lo sa...