Hay un dolor que siento cada vez que te creo olvidado, cada vez que te dejo de ver en los otros es cuando te apareces a mitad de la tarde, al inicio de una canción o al final de mi día, aun no sé qué te dio por abandonarme y abandonar todo lo creías tuyo.
Para mala suerte mía tuve que recorrer el camino que lleva a tu casa, pase por lo árboles y los note más altos, vi los colores cambiados y las estructuras iguales, me acorde de la última vez que los pasamos juntos, recordé tu risa con la mía, me acorde cuando me platicabas tus problemas pasando de largo los autos estacionados.
Revisando la caja de tus recuerdos donde hay cachitos de todo tu mundo, había pequeños amuletos que coleccionabas, había caricaturas en estampas donde me daban referencia al tiempo que compartimos juntos, había recuerdos en juguetes y recuerdos que creía olvidados; Al hurgar en esa caja entiendo porque guardo aun todas esas cosas como momentos: porque cada vez que la razón busca olvidarte el corazón encuentra tu rastro y te veo, aun te veo… veo a los PUMAS no como campeones si no como tu equipo favorito y cuando anotan te imagino feliz.
Trato de recordar lo último que hicimos juntos y nada viene a mi mente, es como si todos mis recuerdos fueran lo último que hicimos…
Cuando la vida me parece insoportable me acuerdo de ti y te platico lo triste que hay en mi corazón y mi poca capacidad que tengo para amar, desde que te fuiste no quiero volver a sentir la derrota, me supo tan amarga tu pérdida que me niego a pasar de nuevo por eso y sé que lo sabes porque te lo digo todos los días. Cuando veo un paisaje me acuerdo que solía abrir los brazos por tal milagro, pero desde que no te tengo al ver un río, un lago, un bosque, un atardecer, una fuente, las montañas… me pregunto que si al verlos visto hubieras decidido quedarte, ¿te hubieras enamorado de ese momento y hubieras cambiado de opinión? desde que no estás voy contándote la vida, los lugares, los momentos.
Cuando no te siento, me pregunto ¿qué no te di? ¿Qué no te fue suficiente? Te dije que te amaba, tal vez no las veces que te hubiera gustado, te abrace cada vez que te decía adiós, te bese cada vez que te saludaba, te conté mis secretos… En verdad te amaba.
Porque me es difícil encontrar consuelo cada vez que el dolor me vista de nuevo, pero es peor no encontrar consuelo para un pecho vacío donde habita el desencanto y se instala el frío en los huesos, porque no encuentro consuelo en la música ni en los libros, porque no basta una película cómica y tampoco una obra de teatro emocional, es más, el escribir no tiene sentido, no se hilar los sentimientos en líneas coherentes que puedan describir tu ausencia, tu pérdida…
Porque a veces siento que ni siquiera Dios quiere consolarme, ¿tú creías en Dios? Si era así ¿en qué Dios? ¿En el que te castiga cada vez que actúas mal o en el qué te perdona antes de haber dañado? ¿Crees en el dios de los muchos brazos, en el de barba o en el hombre regordete y dorado? Yo quiero seguir creyendo en el Dios que perdona porque muchas noches maldije el día en que te fuiste, muchas veces pedí que te castigará por causar tanto daño, porque te odie y lloré con los puños apretados intentando entender tu partida, tu ausencia… tu pérdida…
Tengo el tiempo a veces como aliado que me ayuda a ver que sigo con vida, puedo ver que sigo aquí, sin ti y respirando, sigo con la vida y extrañándote a ratos, sigo pensándote más de lo que yo quisiera y sigo llorando cada vez que tomo el sol sin tu voz cerca, pero sigo vivo… porque para tu pérdida no hay consuelo que calme ni marea que apacigüe.