sábado, diciembre 14, 2013

Te voy a contar una dulce historia

Te voy a contar una historia de como una mujer me formó el carácter con sus salsas. La cocina era su medio para decir te quiero ya que la vida le enseñó que las emociones son mejor calladas porque así molestan menos, pero siempre las canallas salen de alguna manera, la suyas salieron al memorizar lo que le gustaba comer a cada quien y a mí se me salen por los dedos de manera atropellada aunque esta vez no sé por dónde empezar, tal vez por el día que cerró sus ojos para siempre o el momento en que concilie su pérdida, el día que nació o mejor la manera en que me desata los recuerdos…

Creo que lo ideal es comenzar confesando el deseo que me mueve a escribir hoy de ella. Hoy es su cumpleaños o al menos eso tengo guardado en los registros del corazón, no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes, pero a veces uno guarda un suceso importante en una fecha que creemos correcta pero la tal vez estemos desfasados por un par de días, pero en mi archivero de sentimientos el 14 de diciembre ésta mujer celebraría un años más de crear historia en mi mundo.

Un año después de que decidió ver al mundo desde otro cielo, yo estaba en Chiapas tratando de conciliar las ausencias de los que estaban en ese cielo con ella, caminaba por una calle empedrada con casas de colores cálidos, me enamoré primero de una casa naranja con puerta de madera, después de la de color melón con acabados blancos, pero al estar frente a la roja de portón negro sentí que ahí nos hubiera gustado compartir la vida de manera tranquila y feliz. Justo a lado de esa casa había un pequeño restaurante o mejor dicho una cocina económica y me acordé de que siempre quisiste poner una y creo que hubiéramos tenido éxito porque cocinabas muy rico; en fin, ese día olía bosque y a carbón, a navidad, a magia, a celebración, a paz, a historia, sobre todo olía a un lugar donde podía encontrar las respuestas para calmar mis dudas. Entré a la cocina económica y para mi sorpresa una mujer de manos marcadas por la edad y cabello blanco me ofreció el menú y me dijo que todo estaba rico, que me sentará; me atendió como si fuera más de su familia y eso le daba ya un sabor sabroso a su comida antes de probarla, me senté y me llevó una salsa molcajeteada, esa que es roja con semillas de chile y las hojitas de cilantro, la que trae motitas negras, porque al asar los jitomates el comal deja quemada su piel y al molerlo quedan esos puntitos; me le quedé viendo a la salsa como si tuviera once años y tú estuvieras en la cocina preparando el café con leche para el desayuno mientras en la mesa dejabas esa salsa con unas tortillas medio tostadas porque sabias que me gustaban crujientes pero no duras, te evoqué haciendo ruido de trastes yendo y viniendo. 

Fue la señora de manos ágiles la que me dijo que si quería sopa de pasta o consomé de pollo con verduras; tú me hubieras dado sopa de pasta sin preguntar y yo le hubiera puesto salsita para ponerle sabor a mis días y así lo hice, pedí la sopa y le puse salsa, después arroz en vez de espagueti, aunque el que tú hacías para navidad, blanco con cachitos de jamón me hizo extrañarte aún más, pero el arroz con chicharos, papas y zanahorias que me llevaron fue como ver a mi hermano frente a mí en su lugar de siempre en la mesa, discutiendo contigo porque no te gustaba su maña de oler la comida y no comer picante, a sus 7 años tenía una determinación que te hacía enfadar ,en tu niñez no era posible contestarle así a un adulto, te molestaba que los tiempos cambiaran y que tú no tuvieras la disposición de entenderlo, la vida en el rancho en el que viviste te enseñó a acatar ordenes y a preparar queso panela, de cabra, oaxaca, mermeladas, dulce de leche, gorditas de nata, buñuelos y todo lo que sabías; las cabrás fueron tu compañía, su leche tu alimento, tu tía tu madre y mentora; viviste tantas cosas justo como la señora que me servía el guisado ese día, lo supuse por las fotos de selvas, pirámides y demás lugares memorables para ella que tenía en su pared, mi desconocida ahora entrañable. No sé por qué depositamos en los extraños que se parecen a nuestros ausentes el cariño que tenemos para ellos; una oración, un anhelo, un sueño, una esperanza no son suficientes para poder soltar esos te quiero, esas miradas donde uno explica todo o estrechar su mano calientita recordándonos que están vivos y cerquita de nosotros, no digamos abrazarlos… tantos recuerdos y ansias para una comida de tres tiempos.

Uy joven, si le gusto la salsa, espérese a que pruebe el postre -  dijo esto mi entrañable extraña porque vio la salsera vacía, y no era para menos, yo no quería dejar una sola gota de ella, no comérmela hubiera sido como dejarte sentada en esa mesa sola; en cada tortilla con salsa te bendije, te abrace y te dije cuanto te extraña y la vida tiene manera chistosas de respondernos y creo que ese día lo hizo porque a mi mesa llegó una Carlota de Limón o Dulce de Limón como tú le decías, ese postre que lleva galletas Marías con una mezcla de limones, leche condensada y crema ácida o media crema, cuando lo vi no pude hacer otra que quererte más y extrañarte menos, sabía que te llevaría en cada bocado que diera de vida. La señora se preocupó porque empecé a llorar de manera contenida y esto hacía que se notaran más mis gestos de que una tempestad estaba a punto de desatarse, pero no fue así, me controlé y con una voz que sonó a todo menos a una persona calmada le dije que estaba bien, que ese postre era mi favorito y que era el que me preparabas, lo que no fui capaz de decirle con palabras ella lo entendió con mis gestos y con el remedo de hombre que era en ese momento.

- No se preocupe estoy segura que las abuelas en cualquier lugar donde estemos les hacemos llegar señales de nuestro cariño, mientras usted descubre las suyas disfrute el postre - 

Y fue así como yo encontré mi señal de que estaba menos solo, menos sin ti. Subí a la iglesia de la Virgen de Guadalupe, no porque fuera devoto, sino porque tú sí lo eras y siempre he respetado la fe de los otros; ya en lo alto vi la ciudad y la compartí contigo, la viví sin ti pero contigo a mi lado y te conté cuanto te extrañaba.

Hoy te extraño menos porque llevo parte de tu carácter firme en mí, no te espantes, solo lo necesario para defender mi fe, mis sueños y mis ganas.

Al final de su vida esa dureza particular de ella se doblego ante la insistencia de mis abrazos, recuerdo muy bien el día en que ella respondió uno de los míos. Ese día siempre me sabrá a Dulce de Limón.


Para María Cantú, la mujer que lo que menos le faltó en la vida fue carácter. 

jueves, diciembre 12, 2013

El mundo en sus manos

Mi día transcurrió como lo han venido haciendo desde que trabajo: me levanto, me arreglo, preparo el desayuno, la comida, correr para llegar a raya a los horarios establecidos, trabajar, algunos pendientes, cambiarme, sacar a pasear al perro,  terminar lo que se dejó inconcluso en la mañana, rezar porque las emociones no se estanquen y tampoco yo, pedir porque la palabra muerte no entre a mi casa, no bese a mi familia, no ese acerque a los que amo…

Hoy el día tuvo un pequeño cambio por un suceso que pasaba mientras me tallaba el cuerpo con jabón y me ponía crema en la piel. Una mujer que no fue amiga y tampoco de mi familia pero que algunas veces sí fue testigo de lo que me pasaba al salir de casa  y que conozco desde no sé exactamente cuando, de carácter determinado, anunciaba su partida.

Hace un par de meses mientras yo trataba de no ahogarme en un vaso medio vacío de agua, había alguien hablando de las reformas laborales, otros tantos se encausaban en una relación amorosa, había alguien dejando un trabajo, puedo apostar que alguien emprendía el viaje de su vida que cambiaría su destino y yo de seguro lo envidié porque yo seguía con los pies en la tierra; mientras, el mundo seguía girando con todos los locos y vivos que éste alberga, la testigo de la vida que recuerdo siempre regando su jardín, se enteraba que tenía un cáncer incurable y para su sorpresa el mundo tampoco se paró, pero ella decidió seguir en él hasta que realmente fuera cansado continuar.

Hoy entre que me pasaba la toalla para secar las gotas de la ducha y entre que llegaba a mi habitación para decidir que ponerme, alguien estaba escuchando las palabras que cambiaría por un día más con la persona que se acaba de ir…

Esa testigo, era mi vecina y se fue esta mañana sin mucho preámbulo, se fue con el tiempo preciso para despedirse de lo que había en su corazón y regalárselo a sus nietos y sus hijos, afortunada ella que se va con los adioses exactos y los abrazos que la acompañarían a donde se tenga que ir.

Siempre la vi como una mujer al pendiente de los que la rodeaban y eso se agradece porque enseña que el cariño no se desgaste por más que el mundo se nos eche a correr y confieso que la noticia me apagó el ánimo y es que la palabra muerte aunque uno no quiera pensar en ella esta se nos manifiesta para recordarnos que no somos eternos… yo por lo tanto sigo exorcizando esa palabra de mi casa, de mi familia y de los que tengo cerca.


Se apagó una mirada y encendimos una vela con una oración.

Abrazos perdidos

Canción para leer: Camino para volver - Conchita Si los hubiera abrazado más pienso que tal vez se hubieran quedado más, no lo sé y no lo sa...