domingo, diciembre 04, 2022

Tanto tiempo en tan pocos años (38)

Tantas historias pendientes en todos estos años, tantos cuentos inconclusos. A veces pareciera tanto tiempo en tan pocos años y otras veces muchos sucesos para tan poco tiempo. Desde hace más de un año al salir de casa rumbo al trabajo veo el cielo como la misma vida, esto según mi percepción, unos días claros que dan ganas de amar hasta lo que no he conocido y otros días grises, humedos, con neblina que dan ganas de regresar a mi cama y maldecir todo lo que me ha traído hasta aquí, pero a pesar de esas ganas, continuo.


Tanto en mi cabeza, tantas preguntas: ¿traigo mis llaves? sería una calamidad haberlas dejado y tener que hablarle a la casera... ¿programé junta, a qué hora? ¿lo estoy haciendo bien? ¿todo esto que estoy haciendo vale la pena? ¿Mi equipo está bien?. Paso de las preguntas del día día a las existenciales: ¿Esto es la vida? ¿Así se debe de vivir de la vida? ¿Esto es lo que quiero? ¿Estoy llegando a algún lugar?. Me relajo. Luego vienen las preguntas que realmente importan: ¿mi madre sigue mejor? y luego los pensamientos que calman: ¡como extraño a Billie!, bendita mi abuela y mi abuelo que siguen vivos, ¡que afortunado yo que tuve abuelos de más y hasta bisabuelos que me dejaron alguna manía o consejo. Regresan los pensamientos mundanos: ¿cómo le hacen los demás para tener una vida más en órden? ¿cómo le hacen para mantener el ritmo mientras yo ando queriendo irme a todos lados menos aquí?. “Tranquilo” me digo y recuerdo la promesa que hice al llegar acá: el día que deje de sorprenderme de los cielos de esta ciudad y deje de querer alcanzar la cima de las montañas que veo, ese día me voy de San Cristóbal.


Curiosa la vida que en el 2009 me trajo para llorar a mi abuela paterna y ahora en 2022 cada vez que veo San Cristobalito hablo con ella: ay María, ¿a poco no es bonito?, y juego a que me contestas y sigo la conversación, sí, sí vale el estrés y el miedo estar acá, al fin que la vida se nos va resolviendo poco a poco, y sí María, me voy a quedar por curiosidad a ver hasta donde da esta vaina. 


Y así los días en su rutina constante: llego tarde unos días, otros más, me estreso, me río, como, planeo, agradezco al equipo que tengo unos días y otros los maldigo a todos no al mismo tiempo pero sí por partes, salgo tarde, hablo con mi madre; como me gusta oír su voz, escucharla bien, dispuesta a trabajar por su bienestar aunque le tema a la tristeza. Ay ma… creo que eso viene de familia, si vieras cuánto me costó reconocerla, abrazarla y al día de hoy me cuesta, no es fácil aceptarnos tristes cuando nos han enseñado a ti y a mi a sonreír aunque nos duela el corazón, como la canción de Chaplin, pero es cierto que eso nos ayudó, fue nuestro escudo ante las cosas que no entendíamos y es cierto, hemos hecho lo que hemos podido con lo que tenemos y bendito el destino, la vida, el universo, dios… hoy es mucho. 


Regreso a lo que me trae a mi blog hoy, a los 38 años y como llego a ellos: llego sin esa historia épica de amor que me hubiera puesto el estómago al revés de pura emoción, sin el sueldo para la casa de jardín grande, sin ese trabajo que me haga decir es aquí, sin mi familia cerca, sin esos amigos de la vida para brindar… Sí, sí, sí… ya sé que estoy contando lo que no tengo, pero a eso voy… todas esas cosas o personas que al día de hoy no tengo me han dado mucho más de lo que a veces creo. Este año la vida me ha dado un espacio para mi donde puedo repetir los TOCS que tanto odiaba de mi mamá pero que me hacen sentirla cerca, me hacen agradecer los fierros que me han dados las abuelas y los abuelos, me han dado nuevos amigos con los cuales conocer nuevos lugares, vivir nuevas situaciones para crear nuevos recuerdos. Me han hecho aprender a escuchar más, a ser más consciente de mis acciones, a leerme mejor en momentos que no entiendo, a ser honesto conmigo y sobre todo a respirar. También recalco que a pesar de lo zen que me oigo la verdad he aprendido a querer ese lado agrio y amarguito que tengo, mucho tiempo intenté ser “mejor persona”, pero cambié eso por ser más honesto con mis emociones,viviendolas intentando no lastimar a los demás y digo intentando porque sigo llevándome gente entre la mala leche de mis estados ánimo, pero también he aprendido a decir “me equivoqué”, en fin… Yo creía que los 38 iba a tener la vida resuelta y resulta que sigo con las mismas dudas de los veintes, los mismos malos hábitos de los 18 y sí, sí suena muy jodido (río de manera irónica mientras escribo esto) pero a mi beneficio tengo una certeza que nunca había tenido antes: estar vivo vale la pena porque tengo la curiosidad, las ganas de ver qué sigue, qué errores voy a cometer. Quiero saber si el amor de todos los años sobrantes está a la vuelta de la esquina como dicen. Quiero tocar el mar muchas veces más, tomar el sol y sentir la arena. Quiero asombrarme con los atardeceres siempre. Quiero abrazar a mi perro. Quiero cantar muchos años más las mañanitas a la gente que amo. Quiero reír como adolescente al jugar bajo la lluvia, llorar con un el final de un buen libro. Quiero conocer a Ángeles Mastretta, probar el pastel más rico, conocer Austría de la mano de un buen amor, visitar a los amigos de otros países, seguir conservando a los que ya tengo y hacer nuevos. Quiero tener muchos orgasmos, usar mi cuerpo, que valga la pena tenerlo y agradecerle cuando ya esté viejo por todas las dolencias causadas por el buen uso. Quiero afrontar las tristezas llorando, sabiendo que quien ha merecido la dicha puede soportar la desgracia. Quiero que la paciencia, mi menor y casi nula virtud, me acompañe en todos mis procesos, en todos inicios, mis pausas y mis finales. Quiero sentarme en mi ventana como estoy ahora, ver hacía afuera y sentirme en paz conmigo, sentirme en casa en donde quiera que esté, sabiendo que los míos están en mi corazón, que habitan en él a pesar de la distancia o su ausencia, el daño o la lección… 

Bienvenidos los 38 y de corazón deseo caminarlos una buena temporada con los pies en la arena con la única intención de contemplar y disfrutar el mar porque así la vida: fiera, calma, arrebata, tranquila pero nunca quieta ¡Feliz cumple Efraín!

sábado, mayo 07, 2022

Los miedos de Ana

Una noche al calor de una copa y con Sabina como música de fondo, Ana estaba con la ansiedad en el estómago al escuchar hablar a su amiga Cris, una mujer que cuando la conoció vivía en un mundo tan grande como la habitación de un Koreano clase baja y ahora después de 15 años su panorama parecía no conocer límites. Cris había desaprendido y vuelto a aprender, había soltado a su familia, confiando en su capacidad para arreglarse la vida sin ella y ella aprendió a vivir sin dejarlo todo por ellos. Le contaba a Ana del amor de sus días y como este hombre que parecía que habría de irse, decidió quedarse y Cris quiso quererlo con todo y todo. Ella orgullosa por haber llegado a dónde no lo había pensado ni soñado, tenía a Ana puesta vuelta loca de ansiedad y es que tanto había pasado por sus vidas que a ella no le cabía en la razón cómo alguien como Cris pudiera cambiar tanto, era otra, era más segura, más plena, más decida, más audaz y hasta más guapa. Ana sabía que no eran celos ni envidia, esa ansiedad que parecía inexplicable poco a poco fue se explicando y desenredando conforme ella le fue contando su vida a Cris.



En esos 15 años de vida, Ana tuvo muchos amores, algunos pasajeros, unos memorables y otros mera terquedad. Ana ya venía sospechando de su incapacidad para derribar sus murallas porque a pesar de tanto desatino fue con dos amores qué logró ser más real, más ella, explotó las emociones, se dejó llevar, ir y venir, dar y sentirse vacía y al mismo tiempo llena de amor, pero desde hace dos años de estar soltera y trabajando en si misma Ana juraba qué estaba dispuesta al amor, ese hombre que le diera paz, que le calmara las guerras del diario en una batalla de besos, caricias y ternura, pero de eso nada. Ana le contaba a Cris sus miles de citas con diferentes hombres, el alto muy alto, el bajo muy bajo, el rico muy pobre, el pobre muy sabroso, el caprichoso, el machista, el dependiente, el meloso, en necio y terco, el guapo insoportable, el indefinido, el qué jugaba a quererla solo de noche y por unas horas... Ana sabía desde hacía tiempo que no era el destino empeñado en negarle su sueño de verse casada y viviendo en paz después de tanta guerra, sabía que no era Dios el remitente de tanto hombre raro. Ana bien sabía que era ella misma la qué ponía las trabas, los peros, las justificaciones para no ser feliz con ninguno y es que oyendo hablar a Cris se dio cuenta de que su amiga se dejo ser, se entregó a sus deseos y sus antojos mientras qué Ana se encerró en su paz huyendo de volver a sentir, a salir de si misma. Ya había amado dos veces y las cosas salieron cómo nunca imagino que le podrían salir las cosas: mal. 
Uno tuvo a mal dejarla sin más explicaciones y no hubo entendimiento ni aire qué no le faltara a Ana, le hizo falta el norte por mucho tiempo y el tiempo se le hacía interminable. El otro amor tuvo a bien engañarla y echarle la culpa de sus amores de gimnasio que porque a él no le era suficiente nada, ni el tiempo, ni el sexo, ni la dedicación y ni el amor de Ana, así que cuando terminaron ella quedo agradecida por dejar esa relación donde intentaba e intentaba y nada más no llegaba a ningún lado, así que por su propio bien cerró de manera inconsciente su corazón a pesar de que su consciente deseaba ese amor de película. 

Cris seguía contando su vida y Ana más ensimismida y aterrorizada de como su deseo de paz era solo la careta del miedo a dejarse ser otra vez, era miedo a volver a sentirse expuesta, vulnerable a dejarse sentir embriagada otra vez por la piel de un hombre que prometiera por siempres sabiendo que se iría a la mañana siguiente. Miedo, era eso... solo miedo a dejar libre a esa Ana desbocada que ama a manos llenas y canta por mero gusto usando la chispa del amor. Oh no, nunca más ese intento, esa Ana estaba muerta para ella misma, esa Ana la había enterrado meses atrás y la imprecisa vida de su amiga la precisa le hizo darse cuenta de su propio engaño. 
La plática terminó, la velada acabó en un abrazo y un beso en la mejilla, Cris se fue cantando la vida y Ana rumiando sus miedos e intentándole dar sentido a sus pasos. 
Con el transcribir de las horas, mas preguntas fueron apareciendo, porque terca era, no era como descubrir sus huecos e ignorarlos pero ya era de noche y antes de cerrar los ojos leyó  la única certeza en medio de tanta cruda verdad: la hoja no piensa si cae o si vuela, solo se suelta.
Cerró los ojos y decidió y se dijo así misma: que el miedo no dicte mis victorias. Ana por fin durmió en una recamara más amplia. 

domingo, mayo 01, 2022

De sueños, patines y recuerdos

¿Alguna vez han soñado con alguno de sus muertos y no quieren despertar? Pues eso me paso ayer... Soñe con uno de los míos y regresaba y no lo creía y el me decía que estaba aquí, que no se iría, y yo sabía que era un sueño y por lo mismo no quería despertar. Mala suerte la mía, desperté y él no estaba, solo en sueños se puede tener todo y después perder el infinito con solo abrir los ojos. 

Al día siguiente soñé que lavaba mi baño a conciencia, estaba preocupado por dejarlo más que limpio y como la vida y el universo no se han digando a cumplirme mis sueños, pues me lo tuve que cumplir yo y a lavar se ha dicho, compré mis guantes de plástico y cloro y pues a hacer realidad los que están en mis manos, esperando que al divina providencia, el universo, la vida me los cumpla todos y me deje a mis muertos aquí para platicarles mis días, me cumpla el beso más bonito que me han dado y me deje toda la vida en Holbox o pasear por Inglaterra donde seguro será mi boda... aunque sea en sueños. 

Sé bien que los sueños, sueños son, que mi tarea es vivir la vida y perderme en nuevos lugares, tomar decisiones, buenas o malas, quedarme en cama o ir a patinar, vivir aquí o allá, trabajar de esto o de aquello... pero vivir, estar aquí. Para mi no hay momento más en este mundo que cuando tengo ruedas en los pies y juego a patinar el mundo. La sensación del aire en la cara, el trabajo en cada zancada, sentir el solo en la piel, ver la gente pasar, sentir los arboles cerca, para mi eso es vivir la vida, conectar y estar más presente en el aquí y ahora, en parte para no caerme y como dice mi buen amigo Emma, teniendo una visión panorámica para ver la foto completa. Caray amigo Emma, ese consejo que a lo mejor no fue consejo y solo fue un comentario al aire como lo traigo en el corazón cada vez que mi mundo se cierra y se me apaga el ánimo... ¡Ve el panorama completo! me grito y es cuando empiezo a vivir de nuevo de manera decente. 

En las zancadas de hoy andaba cuando vi de pronto un campo de baisball, oyendo la emoción de cuando un jugador gabana una base y luego otra, las pequeñas gradas emocionadas y justo ahí me vino la cara de una mujer que ha ganado muchas carreras, que disfruta ese deporte y lo hace tradición en su pequeña. Ella que recorre el camino también con carreras perdidas, de esas que hacen que uno vaya con el corazón mordido, incompleto... ¿cómo florecer uno después de haber perdido lo que uno esperaba con tanto anhelo? 

Sigo patiando y de pronto la canción que mi madre cantaba la última vez que la vi, y la respuesta a pregunta llega sola: uno florece con amor, uno florece después de haber pasado por las cuatro estaciones, uno florece con la mano de los que ama en el hombre y el corazón. Mi madre que ha perdido tanto y que le han roto los sueños varias veces sigue sonriendo, sigue cantando, sigue dejandome oir su voy y saberla viva me es florecer después de un día pesado. 


Estoy sudando como loco, siento el cansancio en las piernas, el sol me ha dejado exhausto y solo quiero descansar... y es cuando de pronto llego a un árbol enorme que no había visto, no sé ni como se llama pero me atrapa, me enamora como si en mis sueños lo hubiera esperado toda la vida, me acuesto debajo de él, le hablo de mi familia, de mi pesares y juego a que me escucha y me siento menos solo y más en compañia. A él le pido que a través de la tierra le cuente a mi familia que estoy bien, que sigo soñando, sigo patinando, sigo estando aquí, con un panoroma amplio, floreciendo con desfalcos y contratiempos, conectado de alguna manera con los que amo. 

Y así mis días entre sueños, patines y recuerdos. 

domingo, abril 17, 2022

Pequeña celebración hoy en tu cumpleaños

 Inicié mi día pensando con el recordatario de tu cumpleaños, te soy sincero, llegué a una edad en la que mi calendario dicta mis horas, mis descansos, mis actividades y le he confiado hasta mis celebraciones. Gran acierto el mío porque me recordó que hoy es 17 de abril, día de contrastes que me detona todas las emociones. Pero ya te iré contando. 

Después de levantarme me alisté para ir a caminar con rumbo a la montaña. Normalmente tomo taxi para llegar a la entrada de dicho lugar, pero esta vez no, esta vez quise caminar, ver las calles con su gente, sentir el sol, abrazar mis pasos en la tierra y jugar en el filo de las aceras, aún hago eso de intentar no caerme al caminar a la orilla de la banqueta como cuando era niño, me río de mi mismo y mis 37 años que en esos momentos se siente como si solo fueran 7. Estoy absorto en mis pensamientos, presto poca atención a la calle pero a pesar de eso me siento bien, me siento aquí, como su viviera aquí de años pero con esa mirada de turiste que le ponga a los lugares conocidos así a veces descubro lugares o detalles nuevos. 

Caray, hace calor, pero sigo el camino, paso un río, una iglesía blanca con azul, una casona abandonada, un mini super que vende hasta pan, una gas, un restaurante de barbarcoa y gorditas que seguro amarías, un mercado, gente pobre de cara honesta, gente bien vestida con cara de pocos amigos, me cruzo con gente amable y otra arisca, paso por lugares que venden hierbas y cosas misticas, con estatuas de santos y de la santa muerte, paso otro río, otra iglesía, el cielo azul con su sol que no da tregua me hace pensar si fue una buena decisión haber emprendido ese paseo. Ahora una panadería y luego otra, una farmacia que promete ser la más económica y luego una tienda, un borracho tirado a pleno rayo del sol usando su vida a su antojo y el sol igual de inclemente con él, pobre borracho, gastar la vida en botellas y resacas sin que la vida fuera eso... ¿y sí la vida pudiera solo eso? me pregunto... y de inmediato me respondo: que bueno que no me gusta el sabor del alcohól. Llego a la falda de la montaña, compro agua y de pronto un viento que lleva tierra, cierro los ojos y pienso en ti, cierro la boca y me gusta ese momento porque soy conciente de cada cosa que está pasando por mi día. Tengo tierra en la cara y en la boca a pesar de haberla cerrado, tomo agua para enjuagar la tierra y escupo. Sigo mi paso, cambio el playlist de Deezer y de Alex Ferreira paso a mi playlist de Melodías entre clasicas y música de camara con toques electronicos, de esas que son como de soundtrack de película y que tanto me calman y me hace abrir más los ojos al cielo, a los árboles, a la calle que dejó de ser de cemento y se convierto en tierra y piedras, los perros callejeros amigables, las flores de colores en mitad de la tierra y el desorden dan fe de que la belleza se abre camino ante todo. 


Subo en la montaña y no hay gente como otra veces, me da miedo tanta tranquilidad, no suele ser así esa montaña, siempre gente diciendo "buenos días" en español otras en español forzado pero esta vez solo yo y mi música, yo y mi celebración, yo mis pasos. 

Llego a la cima, las primeras personas en la motaña una familia que se ya se va y otra vez me quedo solo, estoy en la cima solo, tanta inmensidad y yo ahí... hablando contigo, con el cielo, sintiendo el viento, ni una nube pero si mucho aire... refresca, me mueve, me espanta.

Me voy a un lugar con menos viento y de igual manera solo, me pongo a cantar, sí, canté a la nada en voz alta, sin pena, ¿sabes, me da pena cantar y que otros me puedan escuchar? pero estoy solo, soy yo y los árboles, me salen las palabras y canto alto, como si nadie escuchara y es verdad, nadie escucha y deje salir las canciones que más siento, las que hablan de desamor, las que hablan de esas ganas de amor, las de agradecimiento, las irónicas. Canté por más de una hora a pleno pulmón y yo feliz de haber hecho algo que me daba pena, pero todo sea por celebrar perder más la cordura a lo que pensaran los demás y hacer algo por mí. 

En el descenso toqué varios árboles, ya sabes que creo que todo está unido a través de sus raíces visibles e invisibles, mietras los tocaba estaba seguro que conectaba con la gente que traigo en el corazón, pensé en muchas personas y a todas les deseé paz, sanación, amor por la vida, fuerza para sus batallas y mucho amor de la tierra para sus días. Ya casi al final de la bajada hay un lugar que vende cosas orgánicas, compré kombucha de limón y un paquete de galletas, bien sabes que solo puedo comer galletas o pasteles en fechas especiales y pues hoy es especial. El paquete traía diez galletas chiquitas de maíz y dediqué cada una a mis raíces, una a ti, otras a mis abuelos, otra a mi madre, otra a mi padre, otra a mi hermano y una a todos los que habitan en mi corazón... infinidad de personas a las que les dedique esa galleta.

Tomé un colectivo si tituvear, compré una entrada al cine, vi una película de vikingos, bastante rara a mi gusto pero salía Nicole Kidman así que me dejé llevar. Tal vez te hubiera gustado verla, tal vez no, quién sabe. 

Salí con intención de seguir celebrando con un brownie de chocolate en Kinoki, un restaurente con una terraza con excelente vista pero con un servicio de meseros más raro y disperso que yo. Una vez ahí, me senté en una mesa para cuatro personas, pedí sin pedir la carta el dichoso postre, que venía recomendado y un chocolate artesanal, bien lo merecía. Estaba dispuesto a pedir un deseo en nombre del festejado cuando tres chicas y un chico llegaron sin mesa disponible y me preguntaron si se podían sentar conmigo, carajo... ¿y mi plan de celebración, mi momento contigo y conmigo? y en ese momento a manera de respuesta pensé: qué carajo, tú eras amiguero y risueño seguro hubieras hecho una locura así. Les dije que sí, los cuatro rondaban entre los 28 y 30 años, su vida se resumia en vacacinoes, borrachera, disfrute... el resumen de una juventud bien vivida. Una chica me contó de sus penas de amores y sus dos aciertos más inicertos, otra me contó de su elección de carrera y su felicidad, otro me contaba de sus negocios y su soltura. Que dicha conocerlos, no sé porque al oir sus locuras te escuchaba a ti, me puse a imaginar las locuras que tu hubieras hecho y la diversión que sería tu vida. 


Hoy 17 de abril, en tu celebración celebré tu vida, mi vida, tu ausencia y mi presencia, abracé tus decisiones y solté las mías. Hoy en tu celebración sentí tu vació, sentí tu vida, vi tu risa, me imagine tu vida, recordé tu partida, reviví nuestra infancia y vislumbre mi vida sin ti pero conmigo. 

Dano, no fue una celebración triste, tal vez un poco melancólica, pero no triste, fue una celebración como a mí me hubiera gustado celebrarte, te llevé de paseo, te canté, te mostré el infito, compartimos a mordidas con los que amamos, comimos pastel, hicimos amigos, nos reímos... como nos reímos pero sobre todo como hemos vivido, caray... como hemos vivido. 

En mi corazón todos los días, muy pero muy feliz cumpleaños. 


miércoles, febrero 02, 2022

El cajón siempre abierto...

Y ya no escribo tanto como antes y ahora el pecho lo siento como una cajón lleno de cosas guardadas a punto de desbordarse; solo que esta vez no son cosas, sino emociones las que tengo amontonadas, son emociones las que no dejo salir, las que estoy evitando que salgan y no por miedo a los nombres de las emociones en sí, es el miedo a la cantidad, no es el miedo a la tristeza, es el miedo a que pueda ser mucha. No es el miedo al enojo, es el miedo a que todo abrace a mi alrededor, como antes lo hacía, no es el miedo al amor, es el miedo a que se me vaya todo y luego no sepa qué hacer sin él… Pero el día de hoy me duelen los brazos, el pecho, el cuerpo completo tratando de usar toda mi fuerza al evitar que ese cajón se abra, es más cansado mantener una actitud serena y segura que dejar que ese cajón reviente. Al día de hoy sería un alivio soltar los brazos, con todo mi peso sobre ellos, evitando sentir demasiado.

Sí, tomé una maestría con un montón de materias sobre manejo de emociones, pero aprender a ponerle nombre y a descubrir que hay una gama amplia de ellas, no me hace experto en su manejo. Gracias a esa maestría descubrí que existe la ternura, la tristeza, el amor propio de manera sana; descubrí que se pueden evocar las emociones de muchas maneras, bailando, viendo el cielo, confiando en la vida, apostando a ganar. En verdad, fue como si hubiera entrado a la tienda de galletas y pasteles más grande del mundo y yo como niño asombrado y probando todas y cada una de ellas. Reconocí los sucesos de mi vida y por fin les puse el nombre de una emoción y no la pobre gama que venía manejando: felicidad y todas las parientes del enojo, como la ira, envidia, soberbia… todas esas emociones que me alejaban incluso de la felicidad. Lo digo no como si fuera un monstro ya que siempre he tratado de moverme por la emoción de la felicidad o alegría, pero con el paso de los años y los procesos de la vida, la felicidad no me alcanzaba para entender los sucesos ajenos a mí, el divorcio de mis padres, su paternidad intermitente, mi enfermedad a los 14 años, el abuso, la ausencia, la incertidumbre, la soledad, el suicidio, la muerte. Todos esos sucesos y yo tratando de vivirlos con felicidad, porque era lo único positivo que tenía en mi vida; era eso o agarrarme del odio y la ira hacia la vida, hacia los otros, hacia los sucesos, hacia mi mismo por poder llegar a ser tan mezquino conmigo y con los demás, pero ¿qué hacía con un abanico de emociones tan pobre? En mi casa la frase que escuche mucho de pequeño fue: sonríe, todo estará bien y sí lo estuvo por unos años, por momentos, de a ratos y esos ratos, momentos y esos años los agradezco como agua de mayo porque fue lo que hizo dar con la gente adecuada en ese momento, pero aún así me hacía falta conocer emociones y lo peor es de que era más mi miedo a conocer lo desconocido que entregarme a ellas, me era más fácil alejar a quién me trajera una nueva manera de sentir, mis frases favoritas en mi cabeza eran: eso no puede ser verdad, no le creo, seguro tiene algo entre manos, no soy lo que está buscando, no está a mi nivel o no estoy a su nivel, obvio es algo pasajero… y así pasé muchos años alejando a las personas, a unas las alejaba y otras hacía que me alejaran, todo antes de que me hicieran sentir cosas nuevas, todo antes que ser vulnerable y dejar salir todo lo que habitaba en mi corazón…

Hoy, me encuentro en una situación similar donde me cuento frases nuevas como: enfócate en tu carrera, ya estás muy grande para…, no pierdas el tiempo en tonterías, pon tierra de por medio, estoy tan cansado que prefiero irme a dormir que a salir… mismo cuento, nuevas frases, pero al menos al día de hoy estoy documentado con las bases, que no las quiera ver es diferente, pero como le he dicho desde hace mucho, lo que no se dice avinagra, en mi caso esta vez lo que no digo se desborda de mi pecho y ya no tengo fuerza para mantener el cajón cerrado, por eso traigo mi zozobra a esta hoja llevada por mis dedos. Que fluyan las que tenga que fluir, que corran las que tengan que llegar algún lado, que huyan las que no pertenecen a mí, que vengan las que tienen que llegar, que se queden las que son fieles a mi y algo aún tienen que enseñarme, que me perdonen esas que asfixie por vergüenza o temor, que se sientan acompañas aquellas que deje solas por mucho tiempo y que se acomoden las que se quieran quedar en mi viaje por si las ocupo en algún momento.

Sí, me dolió tener vivir violencia en casa.

Sí, fue triste tener que ser fuerte tan pequeño cuando lo único que quería era ser niño.

Sí, me hubiera gustado tener una familia que siguiera el mismo camino en respeto y amor.

Ojalá hubiera tenido el valor de elegir estudiar lo que me apasionaba en vez de enfocarme en lo que me dejaría dinero.

Si, es triste haber vivido violencia en mi núcleo primario.

Sería bonito recordar a Daniel sin sentir ese dejo de duda por sus acciones.

Me hubiera gustado no haber tenido miedo a probar una felicidad diferente con aquél que me preguntó si quería ser su novio.

Con tanto llanto me quede dentro el día en que se fue mi abuela María y lo callé con silencio.

Todas aquellas veces que alejé los abrazos fingiendo estar bien, porque sabía que si me abrazaban me iba a caer y tenía miedo a romperme y luego ya no saber como levantarme. Lo hice y lo sigo haciendo, tanto así que ya no es necesario preguntarme como estoy porque es común que esté bien cuando en realidad solo quiero que me digan por donde ir.

¿De cuántas cosas me he perdido viendo el mundo bajo la mirada de la felicidad, el enojo y la falsa felicidad?, corrijo, no es pregunta, es afirmación… de cuantas cosas me he perdido.

Sí, aún estoy triste porque hace dos años se fue mi mejor amiga en mis brazos, pero estoy feliz porque me permití volver a amar y ahora esa nueva amiga acompaña a mi mamá, aunque las extraño a las dos todos los días.

Me duele haber descubierto que mi amor propio era solo temor a ser herido, pero me alegra haberme dado cuenta porque sé que pase lo que pase me tengo a mi mismo y yo confío en el universo, en la vida; bueno hay cosas que me aterran como perder a los que amo, pero todos los días me hablo sobre la naturaleza de los procesos de la vida y su inevitable ir y venir, conocer y ver partir, acompañar y despedirse, su inicio y si final… aún estoy aprendiendo a disfrutar el proceso.

Tengo miedo de no dar el ancho en muchas cosas, tengo miedo a fracasar, pero heme aquí intentándolo todos los días, rompiendo miedos aunque haya días que no de el valor ni para sacar la cabeza de las sabanas y justo en ese momento cuando decido renunciar a todo me acuerdo de todas aquellas personas que han tocado mi vida y no se dieron por vencidas a pesar de lo inaudito de la vida.

Y sí, unos días tengo miedo y mucho, otros la tristeza de no estar con los que me dan calma me lleva a la melancolía, algunos más me da coraje no haber hecho más por los que ya no están y unos otros me enoja no haber sido muchas cosas o haber tomado ciertas decisiones… pero me repito: ya me cansé de tener guardado tanto, tanto que no sé si tengo espacio para lo nuevo y sé que quiero que lleguen emociones nuevas.

Estoy rompiendo viejos hábitos que me ayudaron a sobrevivir las cosas que no entendía, incluso les agradezco haber sido esa acción repetitiva de no sentir, de no querer ver, de negarme muchas cosas… porque eso me trajo a este remanso, esta mi orilla de mundo para decirme que no tiene que doler estar triste, que gritar el dolor no empequeñece, que pedir ayuda es algo digno, que decir no puedo más no es sinónimo de rendirme sino que me recuerde tomar un descanso y recalcular mis pasos, que todo decisión es un volado y que el resultado puede llevarme a nuevos lugares, conocer nuevas personas, unas sumaran, otras estarán solo ahí y otras me caerán mal, no soy Dalai Lama. También confieso que hay gente que no me cae bien, sí, tengo juicios y sé que puedo perder grandes oportunidades por esos juicios, pero una cosa a la vez, hoy estoy hablando de abrir ese cajón de emociones, ya luego hablaré de porque la gente que hace reír a todos todo el tiempo no me da confianza y hasta me cae mal, pero bueno también eso hay en mi cajón, un poco de mordacidad y desconfianza.

Así mi vida y mi cajón de emociones, por hoy es suficiente… que el paso de los días me haga más fuerte no para cerrar el cajón, sino más fuerte para dejarlo sin llave puesta, abierto para que entre lo que tenga que entrar y se vaya lo que no requiere guardarse.

Abrazos perdidos

Canción para leer: Camino para volver - Conchita Si los hubiera abrazado más pienso que tal vez se hubieran quedado más, no lo sé y no lo sa...