miércoles, febrero 02, 2022

El cajón siempre abierto...

Y ya no escribo tanto como antes y ahora el pecho lo siento como una cajón lleno de cosas guardadas a punto de desbordarse; solo que esta vez no son cosas, sino emociones las que tengo amontonadas, son emociones las que no dejo salir, las que estoy evitando que salgan y no por miedo a los nombres de las emociones en sí, es el miedo a la cantidad, no es el miedo a la tristeza, es el miedo a que pueda ser mucha. No es el miedo al enojo, es el miedo a que todo abrace a mi alrededor, como antes lo hacía, no es el miedo al amor, es el miedo a que se me vaya todo y luego no sepa qué hacer sin él… Pero el día de hoy me duelen los brazos, el pecho, el cuerpo completo tratando de usar toda mi fuerza al evitar que ese cajón se abra, es más cansado mantener una actitud serena y segura que dejar que ese cajón reviente. Al día de hoy sería un alivio soltar los brazos, con todo mi peso sobre ellos, evitando sentir demasiado.

Sí, tomé una maestría con un montón de materias sobre manejo de emociones, pero aprender a ponerle nombre y a descubrir que hay una gama amplia de ellas, no me hace experto en su manejo. Gracias a esa maestría descubrí que existe la ternura, la tristeza, el amor propio de manera sana; descubrí que se pueden evocar las emociones de muchas maneras, bailando, viendo el cielo, confiando en la vida, apostando a ganar. En verdad, fue como si hubiera entrado a la tienda de galletas y pasteles más grande del mundo y yo como niño asombrado y probando todas y cada una de ellas. Reconocí los sucesos de mi vida y por fin les puse el nombre de una emoción y no la pobre gama que venía manejando: felicidad y todas las parientes del enojo, como la ira, envidia, soberbia… todas esas emociones que me alejaban incluso de la felicidad. Lo digo no como si fuera un monstro ya que siempre he tratado de moverme por la emoción de la felicidad o alegría, pero con el paso de los años y los procesos de la vida, la felicidad no me alcanzaba para entender los sucesos ajenos a mí, el divorcio de mis padres, su paternidad intermitente, mi enfermedad a los 14 años, el abuso, la ausencia, la incertidumbre, la soledad, el suicidio, la muerte. Todos esos sucesos y yo tratando de vivirlos con felicidad, porque era lo único positivo que tenía en mi vida; era eso o agarrarme del odio y la ira hacia la vida, hacia los otros, hacia los sucesos, hacia mi mismo por poder llegar a ser tan mezquino conmigo y con los demás, pero ¿qué hacía con un abanico de emociones tan pobre? En mi casa la frase que escuche mucho de pequeño fue: sonríe, todo estará bien y sí lo estuvo por unos años, por momentos, de a ratos y esos ratos, momentos y esos años los agradezco como agua de mayo porque fue lo que hizo dar con la gente adecuada en ese momento, pero aún así me hacía falta conocer emociones y lo peor es de que era más mi miedo a conocer lo desconocido que entregarme a ellas, me era más fácil alejar a quién me trajera una nueva manera de sentir, mis frases favoritas en mi cabeza eran: eso no puede ser verdad, no le creo, seguro tiene algo entre manos, no soy lo que está buscando, no está a mi nivel o no estoy a su nivel, obvio es algo pasajero… y así pasé muchos años alejando a las personas, a unas las alejaba y otras hacía que me alejaran, todo antes de que me hicieran sentir cosas nuevas, todo antes que ser vulnerable y dejar salir todo lo que habitaba en mi corazón…

Hoy, me encuentro en una situación similar donde me cuento frases nuevas como: enfócate en tu carrera, ya estás muy grande para…, no pierdas el tiempo en tonterías, pon tierra de por medio, estoy tan cansado que prefiero irme a dormir que a salir… mismo cuento, nuevas frases, pero al menos al día de hoy estoy documentado con las bases, que no las quiera ver es diferente, pero como le he dicho desde hace mucho, lo que no se dice avinagra, en mi caso esta vez lo que no digo se desborda de mi pecho y ya no tengo fuerza para mantener el cajón cerrado, por eso traigo mi zozobra a esta hoja llevada por mis dedos. Que fluyan las que tenga que fluir, que corran las que tengan que llegar algún lado, que huyan las que no pertenecen a mí, que vengan las que tienen que llegar, que se queden las que son fieles a mi y algo aún tienen que enseñarme, que me perdonen esas que asfixie por vergüenza o temor, que se sientan acompañas aquellas que deje solas por mucho tiempo y que se acomoden las que se quieran quedar en mi viaje por si las ocupo en algún momento.

Sí, me dolió tener vivir violencia en casa.

Sí, fue triste tener que ser fuerte tan pequeño cuando lo único que quería era ser niño.

Sí, me hubiera gustado tener una familia que siguiera el mismo camino en respeto y amor.

Ojalá hubiera tenido el valor de elegir estudiar lo que me apasionaba en vez de enfocarme en lo que me dejaría dinero.

Si, es triste haber vivido violencia en mi núcleo primario.

Sería bonito recordar a Daniel sin sentir ese dejo de duda por sus acciones.

Me hubiera gustado no haber tenido miedo a probar una felicidad diferente con aquél que me preguntó si quería ser su novio.

Con tanto llanto me quede dentro el día en que se fue mi abuela María y lo callé con silencio.

Todas aquellas veces que alejé los abrazos fingiendo estar bien, porque sabía que si me abrazaban me iba a caer y tenía miedo a romperme y luego ya no saber como levantarme. Lo hice y lo sigo haciendo, tanto así que ya no es necesario preguntarme como estoy porque es común que esté bien cuando en realidad solo quiero que me digan por donde ir.

¿De cuántas cosas me he perdido viendo el mundo bajo la mirada de la felicidad, el enojo y la falsa felicidad?, corrijo, no es pregunta, es afirmación… de cuantas cosas me he perdido.

Sí, aún estoy triste porque hace dos años se fue mi mejor amiga en mis brazos, pero estoy feliz porque me permití volver a amar y ahora esa nueva amiga acompaña a mi mamá, aunque las extraño a las dos todos los días.

Me duele haber descubierto que mi amor propio era solo temor a ser herido, pero me alegra haberme dado cuenta porque sé que pase lo que pase me tengo a mi mismo y yo confío en el universo, en la vida; bueno hay cosas que me aterran como perder a los que amo, pero todos los días me hablo sobre la naturaleza de los procesos de la vida y su inevitable ir y venir, conocer y ver partir, acompañar y despedirse, su inicio y si final… aún estoy aprendiendo a disfrutar el proceso.

Tengo miedo de no dar el ancho en muchas cosas, tengo miedo a fracasar, pero heme aquí intentándolo todos los días, rompiendo miedos aunque haya días que no de el valor ni para sacar la cabeza de las sabanas y justo en ese momento cuando decido renunciar a todo me acuerdo de todas aquellas personas que han tocado mi vida y no se dieron por vencidas a pesar de lo inaudito de la vida.

Y sí, unos días tengo miedo y mucho, otros la tristeza de no estar con los que me dan calma me lleva a la melancolía, algunos más me da coraje no haber hecho más por los que ya no están y unos otros me enoja no haber sido muchas cosas o haber tomado ciertas decisiones… pero me repito: ya me cansé de tener guardado tanto, tanto que no sé si tengo espacio para lo nuevo y sé que quiero que lleguen emociones nuevas.

Estoy rompiendo viejos hábitos que me ayudaron a sobrevivir las cosas que no entendía, incluso les agradezco haber sido esa acción repetitiva de no sentir, de no querer ver, de negarme muchas cosas… porque eso me trajo a este remanso, esta mi orilla de mundo para decirme que no tiene que doler estar triste, que gritar el dolor no empequeñece, que pedir ayuda es algo digno, que decir no puedo más no es sinónimo de rendirme sino que me recuerde tomar un descanso y recalcular mis pasos, que todo decisión es un volado y que el resultado puede llevarme a nuevos lugares, conocer nuevas personas, unas sumaran, otras estarán solo ahí y otras me caerán mal, no soy Dalai Lama. También confieso que hay gente que no me cae bien, sí, tengo juicios y sé que puedo perder grandes oportunidades por esos juicios, pero una cosa a la vez, hoy estoy hablando de abrir ese cajón de emociones, ya luego hablaré de porque la gente que hace reír a todos todo el tiempo no me da confianza y hasta me cae mal, pero bueno también eso hay en mi cajón, un poco de mordacidad y desconfianza.

Así mi vida y mi cajón de emociones, por hoy es suficiente… que el paso de los días me haga más fuerte no para cerrar el cajón, sino más fuerte para dejarlo sin llave puesta, abierto para que entre lo que tenga que entrar y se vaya lo que no requiere guardarse.

Abrazos perdidos

Canción para leer: Camino para volver - Conchita Si los hubiera abrazado más pienso que tal vez se hubieran quedado más, no lo sé y no lo sa...