lunes, enero 04, 2016

Para un maldito ladrón

Cuando ese él ladrón entró en su vida fue a través de una llamada que le informaba que ese maldito tenía a su abuela.

Todos hablaban de ese desgraciado que estaba de moda y que por fin le decía hola a ese muchacho, con el tiempo parecía que se marcharía, pero éste volvió a tocar a su puerta para retar a su abuelo por un periodo indefinido, de modo que aprendió a vivir con él. Después de dos años su presencia se volvió algo cotidiano a tal punto que le perdió el miedo, pero ese ladrón quería estar ahí, someter, doblegar, llevarse a quien le fuera posible con tal de hacerse sentir y así lo hizo; primero fue de manera callada, desapareciendo a Irene, la guerrera que convirtió dos meses de vida en dos años, luego tomo de la mano a Citlalli, el hijo de puta la hizo luchar, la cansó pero ella nunca se quejó en voz alta, no se dejó ver derrotada, hasta que un día cerró sus ojos simulando estar dormida antes de decir que ese maldito la había robado y este ladrón no se da abasto, roba a manos llenas y no de a una persona a la vez, él toma donde hay oportunidad y en Elsa vio la puerta abierta y se dejó llevar hasta sus entrañas, incluso David un peleador incansable está doblando las manos ante los deseos de este desgraciado, a él y a Elsa ya solo les queda soltar la vida en paz.

Éste ladrón no se cansa y siempre acecha, eso lo sabía el muchacho con la abuela que ganó la batalla y al abuelo que aún lucha todos los días, ese muchacho que es testigo de tanta emoción revuelta que deja a su paso el maldito ladrón le tocó ver a su mamá jurar que no volvería a fumar con tal de que dejara a la abuela viva y sana, presenció a una de sus mejores amigas con tres horas de sueño en 5 días que tiene la semana con el ánimo tambaleándose pero siendo el pilar de su hermana, buscando consuelo en la cocina y el gimnasio, lidiando con la lenta despedida de Elsa, no hay nada como la resignación al no poder ayudar a quien amas y sentir que se te va como arena entre las manos, así también el doctor padre de Citlalli, que tanto estudio sobre ese ladrón, que al momento de enfrentarlo supo la estadística que tenía en sus ojos, nada como saber que la batalla que vas a enfrentar la tienes casi perdida pero la fe, ¿en qué? esa solo el doctor la sabe, es la que nos hace sacar la casta y luchar… 

El muchacho se quedó con las ganas de escuchar de viva voz de su tía el elogio que nunca le dijo y que le llegó ya muy tarde “¿cómo un chamaco como él puede escribir así? ¿qué se cree? ¿cómo? yo con tan escuela y este escuincle me hacer ver más en sus publicaciones, en fin le tengo que decir en persona lo bello que es, que nunca deje de ser así” lo escuchó, lo agradeció y lo guardó en su corazón porque palabras como estas no fluyen seguido. 


Ese ladrón no avisa, solo llega como un dolor, como un bulto, ¿por qué llega? no sabemos, lo que ese muchacho aprendió con cada visita de ese infeliz fue a no quedarse ni una emoción dentro, ni un comentario atravesado en la garganta, ni un abrazo guardado, si algo más grande e inexplicable nos puso las emociones fue para saberlas usar en justa medida para no ahogarse ni para lastimar a los otros, así que ese muchacho después de despedirse de tantos vencidos y de apoyar a tantos luchadores, susurro “gracias maldito cáncer que me has enseñado tanto”.

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