Cuando ese él ladrón entró en su vida fue a través de una
llamada que le informaba que ese maldito tenía a su abuela.
Todos hablaban de ese desgraciado que estaba de moda y que por
fin le decía hola a ese muchacho, con el tiempo parecía que se marcharía, pero
éste volvió a tocar a su puerta para retar a su abuelo por un periodo
indefinido, de modo que aprendió a vivir con él. Después de dos años su
presencia se volvió algo cotidiano a tal punto que le perdió el miedo, pero ese
ladrón quería estar ahí, someter, doblegar, llevarse a quien le fuera posible
con tal de hacerse sentir y así lo hizo; primero fue de manera callada,
desapareciendo a Irene, la guerrera que convirtió dos meses de vida en dos
años, luego tomo de la mano a Citlalli, el hijo de puta la hizo luchar, la
cansó pero ella nunca se quejó en voz alta, no se dejó ver derrotada, hasta que
un día cerró sus ojos simulando estar dormida antes de decir que ese maldito la
había robado y este ladrón no se da abasto, roba a manos llenas y no de a una
persona a la vez, él toma donde hay oportunidad y en Elsa vio la puerta abierta
y se dejó llevar hasta sus entrañas, incluso David un peleador incansable está
doblando las manos ante los deseos de este desgraciado, a él y a Elsa ya solo
les queda soltar la vida en paz.
Éste ladrón no se cansa y siempre acecha, eso lo sabía el
muchacho con la abuela que ganó la batalla y al abuelo que aún lucha todos los
días, ese muchacho que es testigo de tanta emoción revuelta que deja a su paso el
maldito ladrón le tocó ver a su mamá jurar que no volvería a fumar con tal de
que dejara a la abuela viva y sana, presenció a una de sus mejores amigas con
tres horas de sueño en 5 días que tiene la semana con el ánimo tambaleándose
pero siendo el pilar de su hermana, buscando consuelo en la cocina y el
gimnasio, lidiando con la lenta despedida de Elsa, no hay nada como la resignación
al no poder ayudar a quien amas y sentir que se te va como arena entre las manos,
así también el doctor padre de Citlalli, que tanto estudio sobre ese ladrón, que
al momento de enfrentarlo supo la estadística que tenía en sus ojos, nada como
saber que la batalla que vas a enfrentar la tienes casi perdida pero la fe, ¿en
qué? esa solo el doctor la sabe, es la que nos hace sacar la casta y luchar…
El muchacho se quedó con las ganas de escuchar de viva voz de su tía el elogio
que nunca le dijo y que le llegó ya muy tarde “¿cómo un chamaco como él puede
escribir así? ¿qué se cree? ¿cómo? yo con tan escuela y este escuincle me hacer
ver más en sus publicaciones, en fin le tengo que decir en persona lo bello que
es, que nunca deje de ser así” lo escuchó, lo agradeció y lo guardó en su corazón porque palabras como estas no fluyen seguido.
Ese ladrón no avisa, solo llega como un dolor, como un
bulto, ¿por qué llega? no sabemos, lo que ese muchacho aprendió con cada visita
de ese infeliz fue a no quedarse ni una emoción dentro, ni un comentario
atravesado en la garganta, ni un abrazo guardado, si algo más grande e
inexplicable nos puso las emociones fue para saberlas usar en justa medida para
no ahogarse ni para lastimar a los otros, así que ese muchacho después de
despedirse de tantos vencidos y de apoyar a tantos luchadores, susurro “gracias
maldito cáncer que me has enseñado tanto”.
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