domingo, julio 17, 2016

Ana y Juan

Efraín Nájera
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Llevaban juntos quién sabe cuánto tiempo, hasta que un día Juan decidió romper con Ana, no definió bien el por qué, le había dicho que estaba confundido, que no quería hacerle daño con su conducta destructiva y falta de cariño, ese cariño que nunca se permitió sentir y no solo con Ana, si no a lo largo de toda su vida, pidió disculpas y lo único que tuvo Ana por sentir fue vacío; no es que ella lo viera como el hombre de su vida, porque sabía que un día se cansaría de la manera tan escueta de querer de Juan, pero lo que sí quería era verle al día siguiente junto a ella con todo y sus miles de defectos, solo pensaba en despertar con él, tocar su mano al despertar, abrazarlo y dejar que la vida pasará, él no era su para siempre pero sí su presente, pero a partir de esa noche ella tuvo que arreglárselas para seguir viviendo con ella misma. 

Con lo días Ana se volvió más callada, menos expresiva, estaba sin estar y vivía un día a la vez deseando sentir esas ganas que tenía de amar tan solo unos días atrás, pero así las cosas, ella estaba sola y sola tuvo que continuar hasta que Juan quiso verla para arreglar las cosas, lo que Ana no sabía es que Juan solo arreglaría sus cosas ya que en esa plática le explicó que iría un mes a su país y tal vez después regresaría, ella aseguraba que jamás pasaría esa parte del mundo aunque fuera el último que quedara con vida en la tierra, él le dijo que no sabía qué hacer y Ana habló, le dijo que era un tonto pero que si quería estar con ella lo esperaba, que le dijera cuánto tiempo necesitaba y que al final ella estaría ahí, le reprochó que no entendía cómo era posible dar por terminada una relación buena, no perfecta pero buena, en este mundo donde al prender la TV es más fácil encontrar desconsuelo e inseguridad en las calles, ¿dejar ir el amor de unos brazos imperfectos solo por miedo? Había que ser estúpido para hacerlo, en un mundo que se incendia todos los días ellos aún conservaban un amor bueno, sano. Juan le pidió una semana y Ana se la dio sabiendo que él no se quedaría a pesar de que en el fondo ella lo anhelaba, tenía miedo de enfrentar el mundo sin su presencia por eso espero lo que era inesperable: que él se quedará; y así fue, no se quedó, no llamó, no se despidió, no nada… solo se fue dejándola con más dudas que fue respondiendo día a día, tal vez mes a mes y otras a las que nunca encontraría solución por ejemplo: ¿por qué no se quedó? ¿por qué no se fue antes? ¿era ella tan imposible de soportar como para irse para siempre de buenas a primeras? ¿qué no hizo o qué hizo de más? ¿no significaron nada para él los lugares visitados? ¿qué tenía que aprender Ana de toda esa ausencia? Hay cosas que ella supuso, otras que le revolvían las tripas de solo pensar la respuesta y otras que de tanto pensarlas se cansó y dejo buscar. 

Ana sigue viviendo de un día a la vez, a veces con mañanas buenas y otras insoportables, sanando y conciliando los recuerdos que a veces le quitan las ganas y la valentía de correr riesgos otra vez, pero con solo evocarse ella misma amando, sintiendo la complicidad de estar con alguien de creyendose perfectos a pesar de sus miles de defectos, eso a Ana le mantiene viva, viva y cuerda, viva y con ganas.

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