viernes, agosto 05, 2011

La Eternidad mientras nos Dure...




Cuando lo vio, no imaginó la cercanía de los cuentos de hadas a la realidad, al mirarla no pensó que semejante hechizo fuera a causar tanto aprieto, pero cuando se vieron, sólo pensaron en sucederse.

Ella estaba en la espera de algo mejor que el transcurrir del tiempo en una fila a las tres de la mañana para sólo un pasaporte en el México de las realidades donde los tramites burocráticos no tardan menos de 6 horas, ella, que un día antes lo había notado solo como se perciben a las personas de semblante interesante y de matiz atractivo, no pensó en verlo otra vez; pero a la madrugada siguiente, haciendo el recuento del viaje que le deparaba el destino y que encerraba el encanto en el simple hecho de hacerla ambicionar otros cielos.
Fue así como se imaginó Madrid y a los ingratos que nos dominaron y se fueron como si nada nos hubieran robado; Barcelona y las Ramblas; París y sus amores tan contados; Brujas con el encanto de sus percherones dirigiendo carrozas en medio de un pueblo de cuento; Europa en el centro de su pecho… Ni por un momento pensó en limitarse la sal ni los gastos, no planeó ser recatada como buena católica mexicana, porque buena mexicana hasta el tuétano, pero buena católica sólo en alguna celebración que así lo exigiera; creyente de un Dios como el mejor de lo padres, siempre.
El viaje lo emprendería ella sola, porque depender de alguien no le era digno y menos para tejer su futuro, pero en la madrugada de la larga espera, volvió a toparse con el hombre de semblante interesante, las miradas se cruzaron más de una vez y más de una vez huyó de ellas. La mirada de ese hombre era penetrante y quisquillosa, coqueta y flagrante, fragrante y para siempre.
El juego de las miradas que ella recibía con un calor de muerte desde lo más bajo del estomago hasta las mejillas, la hacían sentir la mejor de las tontas en el intento de parecer la mejor de las inteligentes en medio de un cortejo más que excitante… anhelado. Él se armó de coraje y por casualidades de la fortuna más que encausada, escuchó el nombre de esa mujer como una promesa en alguna de las varias veces en que se lo pidieron para ser escuchada en las oficinas de gobierno porque en este país hay que repetirles lo que no les interesa escuchar. A él desde la primera vez que la oyó decirlo, se le grabó como una promesa y promesas fueron las que le regaló al llamarla por su nombre, para así entregarle en papel el conjunto de letras más preciso que hubiera visto jamás. No lo podía creer, ella que no le pedía nada a la vida que no tuviera ya, le ponía en las manos un nombre en forma de papel, un alguien y un teléfono, un hombre y el corazón como el mejor de los idiotas a brincar como ridículas mariposas dentro de una red, porque ridículo le parecía conocer a alguien de la nada y sentirse ya entregada a él.
Ahora el problema era pensar en la hora exacta para marcarle, porque para un corazón acelerado no hay hora fija y qué decir de una hora exacta. Al fin de media hora como una eternidad ella resolvió llamarle, dedujo que el remedio a semejante temblor en su estómago estaba en verlo y conocer así las mañas del hombre que la tenía tomada desde no sabía qué mariposa hasta qué segundo de sus pensamientos continuos en él. Quería saber qué clase de hombre podía ser, rezaba por que fuera un tonto con ganas de pasiones no consentidas y menos por ella, un engreído que presume una vida que a ella le parece falta de humildad, o mejor un pobre que de tanto sufrir lo único que podía sentir por él era lástima, pero sólo resolvió llamarle y así reparó para sus adentros una voz fuerte, una voz de hombre, una voz eterna, esa voz que disimulaba el nerviosismo mejor de lo que ella podía aparentar.

El encuentro se llevó a cabo ése mismo día, sin arreglos excesivos y detalles inútiles, la urgencia por verse era enorme, cerca de un centro comercial con un nombre un poco más sofisticado que el de sólo “luna”. Ella quería asimilar a las hadas, la vida, la magia o sólo el simple porvenir, toda generosidad hasta este punto era un exceso, le resultaba impensable dilucidar su suerte como si de ella dependiera enamorase y no de la máquina indescifrable que era su corazón.

Madrid y el Museo del Prado quedaron opacados con un sólo movimiento de esas manos, para  luego caer en el embrujo de que eran lo suficientemente grandes para cobijar sus sueños; la barba cerrada y abundante le daba el debido toque de caballero; el basto conocimiento de las artes cualquiera se lo podría envidiar. La plática se desarrolló tranquila mientras en ella no cabía tanto arrebato, y el destino por más que lo tratara de esquivar ya estaba escrito, pues sólo se aferraría de él, sólo de él, todo y él, siempre él. El encanto como maldición de sentir el abismo en sus entrañas fue cuando cayó en la cuenta de que no todo era sentarse y encontrar, también descubrió que semejante encanto o maldición también saldría de viaje a Madrid, el mismo día y a la misma hora. Ella estaba a punto de insultar a las hadas por tan perfecto regalo, ninguna princesa con zapatillas de cristal, con mil enanos, con el sueño eterno, pudo haber tenido mejor suerte que compartir el día, la hora y el destino hacia un viaje que ninguna de ellas pudo visualizar, porque si algo tienen los cuentos es la falta de deseos más allá de la felicidad eterna; pero aun así, a ella tanta perfección la aturdía ya que estaba acostumbrada a que todo bien trae consigo su debido mal y esta vez no podía ser la excepción, aunque en el fondo la esperanza bien guardada fue su asidero.

Esa noche no sólo descubrió coincidencias, también se aprendió de memoria el primer beso en la puerta de su casa, lo guardó cálido en el labio superior, húmedo en el labio inferior y el sabor en el fondo de su corazón ya domado; la sensación de ternura fue mayor que la pasión y fue así como se propuso aprenderse esa cara, esos labios y guardar las ganas para cuando la sinrazón dejara el prefijo sin.

El viaje llegó como llegan los aciertos, inesperado y preciso, siendo así partieron a su presente de ése entonces, llegaron a Madrid, compartieron la Puerta de Alcalá como punto de partida y la cercanía con la Cibeles, imponente y más bella que ninguna otra, caminaron por la Puerta del Sol y bajo sus edificios bebieron el primer jerez para ella, vigilados por el Tío Pepe; La Gran Vía fue testigo de cuánto se juraron y un mariachi en medio de tanto Madrid fue su juez, cada detalle de esa ciudad olía a historia, él le enseño a beber vino, compartieron tortilla española y el jamón serrano al mismo tiempo en que le creía todo como una verdad irrefutable, probaron las porras y el chocolate, el Palacio Real bendito por la virgen de Almudena y la Ópera como el sosiego de ese hombre imperturbable que la tomaba de la mano a su antojo, sabiéndose dueño de todos los deseos de ella. España le parecía chica para semejante amor y el amor no se salvó de la promesa que acompaña cualquier para siempre.

Les pasó Madrid con la única certeza de tenerse el uno al otro y llegaron a Barcelona con la misma certeza de no soltarse. El Parque Güel fue el compromiso que él formuló en medio de formas barrocas y estalactitas creadas por un arquitecto con un sueño de cielo a través del monte Carmel; siendo ese lugar el dueño de aquel momento, dueño de él y sus prisas, dueño de ella y sus idilios, dueño del juramento de no perderla y si el destino lo hacía voltear a otro lugar que no fuera ella, él haría de su destino buscarla hasta dar con ese pedazo de cielo hecho para él. A pesar de que poco aun se conocían, les bastaba el compromiso que Gaudí inspiró, el compromiso que en las Ramblas caminaron y el mismo compromiso al cual ella llegó tarde un medio día imperdonable de febrero…

Él en la mañana tenía un compromiso de trabajo en el Gran Teatro Liceu, ¿dónde sino? ese lugar que le arrebataba suspiros y que ella entendió que en el corazón de él había espacio para ella y Maria Callas, ella y Montserrat Caballé, ella y la Traviata, ella y Bellas Artes, el MET y tanta ópera y recinto se le ocurriera a la vida ponerle como el mejor de los rivales.
Esa mañana  conoció el Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona y estuvo donde los romanos y su ciudad de Barcino, recorrió la Plaza del Rey, los lugares fueron tantos en tan sólo 5 horas que de tanto recorrer, el reloj no la esperó y él tampoco. Él que tenía otra pasión, regresaba de España a México como quien vuelve de la guerra para estarse en paz al día siguiente, no la esperó. Desapareció ese día y fue ese mismo día cuando a ella le apareció una pena de perro paleado, a ella que se lleno de idilios de la noche a la mañana le pareció increíble sentir semejante pena, pues no concebía cómo alguien que apareció como espejismo en la mañana se fuera como el espejismo que era. Lo buscó en su hotel seis veces, desesperando a la recepcionista las mismas seis veces que dejó las notas más tristes y necesitadas de auxilio. Se posó enfrente de la ópera, esperando verlo salir y abrirle los brazos a ese torso tan perfecto, tan ancho, tan suyo; pero no salió, no contestó los recados y tampoco regresó a su hotel; ella se hizo al ánimo de recorrer la simple Barcelona y a la vez tan bella, la vacía y la exquisita ciudad llena de Gaudí y sus locuras tan perfectas que de tanto verlas enloqueció también.

Llegó a su hostal pasadas las 10 de la noche y fue allí, justo allí donde se dio al ánimo de no creer jamás en el destino y sus aciertos equívocos, porque las mismas seis veces que ella fue al hotel del hombre más ingrato, él fue cinco al hostal de su ausencia. Ella que se cruzó con él en la fila para el pasaporte, se cruzó con él más de una por Barcelona y Numancia, el parque industrial, la Sagrada Familia y cuanto lugar había entre el hostal y el hotel. Se durmió con la desazón entre los ojos y un vacío más grande que su misma entereza, se durmió con ganas de estar en su casa y sólo ver a su perra, hablar con quien la conocía y llorar con quien la entendía, para no despertar en Barcelona con la obligación de recorrerla y mucho menos de ver París, la ciudad del amor que para ella sería la ciudad de los ausentes.

En medio de esa madrugada soñó que él la despertaba, soñó que estaba en su habitación pidiéndole que lo acompañara a cenar, que quería ver junto con ella la Barcelona dormida, la Barcelona quieta y la que se ve desde arriba, iluminada y tibia a pesar de los cinco grados de la madrugada. Ella que fue con él a donde le pidió que fuera, comió lo que le pidió que comiera, que se dejó abrazar cuando a él se le antojó; se volvió a dormir pidiendo que todo fuera real. El amanecer la tomó con ese sueño como una realidad y partió al resto de su viaje, no supo jamás de él y de sus promesas, no supo más que de París para curarse y llorar en el último piso de la torre Eiffel.

Regresó a su país con el dolor tomándole desde el intestino hasta la frente, tanto viaje no le curó la herida y ésta de tanto dolerle se acostumbró a ella, se acostumbró a cargarla día a día, a acariciar el recuerdo del hombre que le prestó unos brazos en los cuales se acomodó para siempre. Del hombre aquél, que sólo aparecía en medio de alguna ópera, no volvió a saber ni siquiera si fue de verdad, lo único real fue que no cuestionó su recuerdo por más que se preguntaba cómo pudo entregarse hasta perderse en quien le regaló un cuento de hadas infinito, infinito mientras duró. La magia no se la regaló ni él ni nadie, esa magia le costó muchas sonrisas, miles de abrazos dados y no dados, centenares de lágrimas y más de tres mañanas grises sin ganas de levantarse, pero nada más, ese hombre de cuentos que se apasionaba con su cuerpo, que amaba la música más que a él mismo, no valía ni un segundo más de su invaluable tiempo.

Aprendió que no hay para siempre eterno y tampoco eternidad sin ganas de vivirla, la meta no es la felicidad, la meta es cómo ser feliz en medio de tanta tristeza y así lo hizo mientras le duraron, le duran y le duren sus eternidades.

2 comentarios:

  1. Estas mejorando mucho tu redacción, si no me equivocó haz creado un cuento con final no apto para nipones, creado a partir de un reflejo del alma al que pertenece la persona frente al espejo sobre el que te miras por las mañanas, cambiaste géneros, intensificaste las emociones, pero así es como se escribe, que no? en un México donde repites lo que los demás no quieren escuchar pero los que queremos escuchar grabamos con hierro caliente en nuestra piel las palabras para dejarlas eternas en el pensamiento, para poder despertar y recordar. Te amo por siempre... palabras fáciles de decir, dubitativo cuando comprendes que el para siempre a veces es mucho tiempo o es como el amor de películas, para que lo quieres si solo dura dos horas, no lo quieres, pero lo necesitamos, es lo que nos forja, es lo que nos hace aprender, es lo que nos hace seguir anhelando, esperando el amor eterno, mientras nos duren nuestras eternidades, mientras aun me quede vista para maravillarme de una torre de metal que evoca el amor en todo el mundo, mientras me queden oídos para escuchar las sonrisas de aquellos que en su eternidad están felices, mientras me quede tacto para percibir el calor de las personas que pasan cerca de mi y voltear cuando es demasiado intenso que me provoque mariposas en el estomago, cuando en realidad es Dopamina en el tálamo lo que me excita a soñar en el amor que no es pasajero, mientras me quede olfato para encontrar el camino de regreso a las callejuelas a los palacios o los teatros al infinito de la felicidad, mientras me quede gusto para paladear el vino y degustar los labios que alguna vez marcaron tu huella, la batalla no esta pérdida, mientras me levante y vea en el espejo los reflejos del pasado y mire en mis pupilas la llama que me hace pensar mas que en el amor eterno en los momentos en los que fui feliz, en los momentos en los que hasta una calle solitaria fue el paraíso mientras estuviste ahí, no porque fueras tu, o porque fuera alguien mas, sino porque yo era feliz, sin conocer el terror que esperaría, que ocuparía mi corazón, el paraíso existe porque mi eternidad contigo aun no termina, porque Madrid no se ha ido, porque yo sigo vivo, porque sigo buscando la eternindad

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  2. Es largo. Preferia si me lo leyeras. Escribes con cada emocion imaginable y cada accion de tus personajes se siente. Perdon q no puedo escribir tanto como Lenin...talvez si, soy un "nipon"...lo q sea eso. Me encanto la moraleja del cuento al final! :D Vas a venderle este cuento a una revista y tenerla publicada?

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