sábado, octubre 25, 2014

Una rutina inconstante

Momento, quiero decirte algo, a ti y para ti sin espacios.

En ese momento Carlos sacó de la bolsa de su pantalón una hoja de papel doblada en ocho y empezó a leer:
¿Te acuerdas cómo nos conocímos? yo sé que sí pero no creo que sepas como me encontraba yo realmente, qué había en mis entrañas en ese momento, jamás te lo conté porque sabía que si lo hacía lo único que haría sería alejarte. El día que nos hablamos por coincidencia no creía en nada más que en la rutina de un día tras otro, ya había amado como se debía, había dado y me habían entregado todo lo que hasta ese momento creí que era posible, me asombré, me lastimaron y lastimé y de tanto hacerlo me cansé incluso de intentarlo de nuevo, tenía el corazón roto y los ánimos en el suelo, tanto como para no querer enmendarlo así que me la pasé dejando ir personas, no aferrándome a nada más que a la simple rutina, sin hacer el mínimo esfuerzo para que alguien se quedara, tenía tanta flojera de lidiar con otras maneras de ser, de dar mi tiempo que tanto dependía de mí para mis gustos y actividades, la verdad no me veía con alguien en mi vida y al irte conociendo tampoco creí que contigo tendría futuro, tenías tanto color, cientos de conversaciones, pasabas de un tema a otro con la misma naturalidad que un día le sigue a otro, no ponías atención a si estaba atento, solo hacías pausas para verme a la cara y a modo de única respuesta mi sonrisa, lo único que sé hacer a la perfección, tan bien lo hacía que había aprendido a sonreír para dar a entender que no tenía intención de responder o interactuar con mi interlocutor pero a ti no te importaba, empezabas hablando del clima, luego de los colores y los cambios de estación, de la ropa que te hubiera gustado usar si hubiera sol o las botas para lluvia si fuera verano, hablabas de tu familia como si a mi importara, pero de tanto escuchar tus historias y sus personajes empece a hacerlos parte de mi rutina, tu padre y sus fallas, tu madre y sus preocupaciones, tus hermanos con remedio uno y sin remedio el otro, me hablabas de cuanto extrañas a un amor y lo mucho que te gustaba la voz del alto y el humor del regordete. Un día me sorprendí dando las gracias para mis adentros de que ya no estuvieras con ellos y a la vez que ellos te dotarán de tantas anécdotas, fuiste como el agua que inunda un barco colándose por todos lados, me llenaste de ti lentamente sin dejar un lugar sin que estuvieras tú; primero te veía los viernes, luego los viernes y sábados, luego para comer el lunes, para el cine en jueves, a desayunar los domingos, a conocer a tu familia un martes y a amanecer contigo los miércoles; tanto me dejé llevar en tus aguas que de a poco te conté de mi infancia y mis padres, de lo que me desagradaba manejar, la pobreza ajena, el conformismo de mi país, te conté cuanto odiaba a los autores rebuscados, las noticias, me aguantaste mis quejas, hablaba con odio de las injusticias y de los abusadores, no sé porqué seguiste escuchándome, si no hablaba mucho y cuando lo hacía era sobre temas angustiantes, pero tú me callabas con un beso en la mejilla y empezabas a preguntarte cómo sería el sol de París en esos momentos, como sería sentir ver el puerto de Veracruz de noche, me fuiste sacando de mi rutina, te fui regalando mi tiempo que tanto valoraba, meses después, muchos meses después te conté de mis mejores momentos, mis libros favoritos, me empecé a abrir a quitarme las barreras para con la gente y el momento cumbre fue cuando pusiste un concierto de Max Richter y nos tendimos en la cama sin decir nada hasta que amanecimos juntos ¿te acuerdas que al despertar yo te miraba y me preguntaste que por qué lloraba y yo negué que lo estuviera haciendo? yo no te esperaba y llegaste, yo no te quería y tú ya lo hacías, nos conocíamos los pasados y lo tortuoso que había en ellos, fuiste enumerando mis momentos cumbre y te aprendiste mis repetidas quejas y mis sueños que te contaba entre dientes… ahí fue, en ese momento supe que mi corazón lo habías sanado, lo pegaste, le diste nueva forma, lo limpiaste, lo escuchaste, lo alimentaste y le sacaste brillo, me pegaste todo sin exigir nada, reclamos hubo pocos y silencios muchos pero tú seguías ahí, nunca supe qué viste en mí o por qué me escogiste pero con saber que estabas cerca un día y otro supe que ya eras y serías mi rutina inconstante en mi vida.


En ese momento Carlos guardó la carta y se la dio a ella disculpándose por quitarles el tiempo a todos los presentes agarrando de nuevo su copa no sin antes besarle la frente diciendo: Julia, quiero que seas mi rutina todos los días que me quedan de vida, te amo, y así fue como él brindo con ella y con los presentes de su boda.

Esa noche se fueron a ver como sería el sol y las lunas de París con ellos en el paisaje.


#amor #amodemivida #boda

1 comentario:

  1. Excelente historia!! Me encanto supe romántica, un día iré a ver los soles y las lunas de paris.

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